Este estudio fue
presentado en el año 2003 a la Universidad Tecnológica Equinoccial y a la
Universidad San Sebastián del País Vasco en el marco de los estudios del
Doctorado Cultura, Estética y Valores. No se realizó mayores cambios a la
versión original, salvo algunos añadidos más recientes.
Se parte de una visión
crítica de la conquista y de la implementación colonial con los métodos que
practicó en el siglo XVI y XVII España, que responden al contexto: de
desarrollo del tránsito del feudalismo al capitalismo mercantilista al que
llega Europa en el siglo XVI, con el advenimiento del renacimiento; de las
guerras religiosas que se dieron entre católicos y protestantes como
consecuencia de la Reforma y Contrarreforma, guerra que provocó entre europeos
de distinto credo una creciente violencia que termino en verdaderas masacres de
pueblos de ese continente como en la noche de San Bartolomé, esa violencia fue
trasladada a América en donde a sus habitantes se los considero como infieles, salvajes
y sin alma; de la implementación de la
Santísima Inquisición con la práctica de terribles torturas a quienes fueron
declarados infieles, herejes, brujas (os), o de otra religión; con la paulatina
expansión mundial de Europa que necesitaba abastecerse de materia prima y la explotación de la fuerza de trabajo de
los indios y de la implementación del trabajo esclavo de los africanos que
fueron cazados como si fueran animales y trasladados en condiciones infrahumanas a América; de que en España que
transito lentamente del feudalismo al
capitalismo mercantilista y al renacimiento, había gran cantidad de religiosos
y de militares entre otras causas debido al vínculo y al mayorazgo que se
practicaban en la sociedad feudal.
No se trata por tanto de
atacar a España como estado nación que termino de consolidarse en 1492 con la
reunificación de gran parte de su territorio que estuvo en manos de los árabes,
reunificación que tuvo también la reconquista no solo del territorio sino
desplazar a la fe musulmana por la fe católica. La historia la escriben con su
actuación social el aparato estatal de aquella época con su estructura
económica, social, cultural, política, ideológica, religiosa y jurídica, así
como personajes directos que participaron directamente en la conquista y la
colonia, y los pueblos que mantienen su propia estructura fruto de la
implantación de la forma estatal que asumieron las clases sociales como
dominantes o dominados.
En el trabajo, “SOCIEDAD,
PENSAMIENTO Y ARTE: PINTURA Y ESCULTURA EN EL QUITO DEL SIGLO XVII “, se
plantea como objetivo determinar las particularidades del comportamiento
social, en sus aspectos material y espiritual, y como estos influencian en el
arte quiteño, que en el siglo XVII alcanza su esplendor, y en el que se
manifiestan en el imaginario religioso las esplendorosas formas de un nuevo
estilo, el Barroco.
Como Primer Tema, “LA SOCIEDAD COLONIAL EN EL
QUITO DEL SIGLO XVII “, se trata sobre las formas de consolidación del aparato
colonial como periferia de la metrópoli, la estructuración económica y social,
en la que explotación de la tierra, las mitas y obrajes, la textilería,
quiteña, se la hace sobre los hombros y dolor de los indígenas, así como de la
paulatina incorporación del sistema de esclavitud de los negros.
Se trata en un Segundo Punto “EL CONTEXT0 CULTURAL EN LA REAL AUDIENCIA
DE QUITO EN EL SIGLO XVII “, como en el Nuevo Mundo, en el siglo XVII, continua
la lucha entre el pensamiento racionalista, que somete todos los aspectos de la
vida de la sociedad vista desde el análisis de la razón, y la realidad del
contexto socio-económico y político con el pensamiento religioso.
Por último, en un Tercer punto:
“EL ARTE DE QUITO DEL SIGLO XVII “, se analizan las influencias que provocan el
surgimiento del arte en Quito, como particularidad histórica, para tratar los
autores y sus obras, que tanto prestigio dieron a la denominada: “Escuela de
Arte Quiteña “.
LA SOCIEDAD COLONIAL EN EL QUITO DEL SIGLO XVII
ESTADO GENERAL
DE LA REAL AUDIENCIA DE QUITO
En el Quito del siglo XVII,
continua el proceso de etnogenesis, el componente español se trasluce sobre
todo a través de la presencia de grupos familiares señoriales, organizados de
acuerdo a la estructura del vínculo y el mayorazgo. Estaban garantizados los
servicios de soldados, curas de los hijos posteriores al primogénito, así como
el ingreso a los conventos de las hijas mujeres que no lograron mejor partido.
En América del Sur se forma paulatinamente la configuración
étnica de sus componentes sociales.
Disentimos completamente con aquellos autores, que por la
carga ideológica del europo-centrismo, o del desarrollo-centrismo, tratan de
explicar el menor desarrollo de otros continentes que no son del Área de
influencia de Europa y de los Estados Unidos de Norteamérica, debido al cruce
entre las denominadas razas, se habla incluso de razas que no conservaron su
pureza. ¿De que pureza se habla?, en un mundo en el que desde el paleolítico se
cruzó, o acaso incluso no se produjo la mezcla entre los Neandertales y el Homo
Sapiens, ¿qué pueblo o región del mundo conserva la pureza?, ni los denominados
negros, blancos, y amarillos son puros.
Existe solo una raza mundial la del SER HUMANO, esto ha sido
demostrado con el descubrimiento y explicación del genoma humano, el que es
común a todos los seres humanos del planeta. Lo que se dio fue la adaptación a distintos
medios ambientes, en donde se adecuaron a las distintas condiciones de altura,
presión, humedad, temperatura, por lo que evolucionaron generándose distintos
rasgos morfológicos y físicos que los diferencian.
El hombre es un ser natural y social, como ser natural
conserva los rasgos de su pertenencia al mundo animal, manifestados en sus
instintos, en la satisfacción de sus necesidades básicas: cobijarse de la
intemperie, alimentarse, reproducirse. Del mundo natural y del social proviene
el proceso de hibridación animal, vegetal y también el humano. En su famosa
teoría de la selección natural y de la conservación de sus especies, Darwin ya
demostró las ventajas genéticas de los híbridos, que reproducen en su código
natural, las fortalezas de sus progenitores. Esta afirmación la hacemos no para
tomar partido por la corriente del Social-Darwinismo, sino para graficar
nuestra inconformidad con la clasificación que se hace de la etnogénesis de
Ibero América, manifestándose comúnmente que “: .. fue el resultado de tres
aportes: los amerindios, los blancos, y los negros. Estos distintos aportes
raciales no mantuvieron su pureza, se mezclaron dando lugar a tres tipos
característicos. Del cruce del blanco con el amerindio nació el mestizo, del
blanco con el negro, el mulato y del indio con el negro, el zambo “, en las
afirmaciones fatalistas de ciertos autores, que elevan al racismo como
categoría de desarrollo o de subdesarrollo.
Hay otros que van más allá, y hablan de tercerones,
cuarterones, etc., interrogamos: ¿acaso
en la misma Europa y España no podemos encontrar estos mismos procesos?, para
que se generen los pobladores étnicos de la península Ibérica, no se produjeron
mezclas entre sus antiguos habitantes y
otros pueblos, es el caso de la presencia de los iberos, de los tartesios, de
los romanos, de los godos, de los que
mezclados posteriormente van a generar las principales casas reales europeas, y
de cuyo mestizaje surgirá el pueblo español; o las mezclas que se dieron
después del 711 cuando los moros conquistaron los territorios de la mayor parte
de la actual España, en la que permanecieron hasta 1492, por cierto
introduciendo los rasgos de una civilización más avanzada, como por ejemplo en
el desarrollo de las ciencias: Matemáticas, Medicina, Astronomía, Geografía,
los moros establecieron las Escuela de Traductores de Toledo, cultivaron las
ciencias provenientes de China, de India, de Grecia, por citar las principales, de tal manera que
luego de corto tiempo, los territorios ocupados por el califato de Al Andaluz,
conocieron mayor esplendor económico que regiones similares de la Península
Ibérica.
La mezcla que existe no determina
el actuar del individuo en la sociedad, sino el lugar y su actuación en la
sociedad, dentro de la relación de grupo dominante o de grupo dominado y de su
capacidad de insurgencia.
En América, así como en España,
existía un régimen de castas, que daban cuenta de una estructura jerárquica de
la sociedad, en la que los lugares privilegiados los tenían los españoles
peninsulares, los criollos; menos favorecidos eran los mestizos, los negros y
los indios. Así mismo existían peninsulares pobres que ejercían junto con los
mestizos las artes mecánicas, tan despreciadas por los hijodalgos, que
consideraban una afrenta trabajar con las manos.
Sin embargo en los transcurridos
cien años de la conquista, era práctica permitida, el que españoles se casen
con indias de abolengo real,
... ” Existieron varones indígenas o con sangre
india en las venas, los que se destacaron en el período colonial como
escritores o artistas, tal el caso de Ruy Días de Guzmán, Juan de Espinosa
Medrano o Miguel Cabrera. Unos de ellos portaban con orgullo y hasta con
ostentación sus nombres indígenas: Inca Garcilazo de la Vega, Juan Zapata Inga (es
decir noble), Tito Cusi Yupanqui (protector del trono de los incas), Hernando
Alvarado Tezozómoc (hijo del emperador azteca Cuitláhuac), Fernando de Alba
Ixtlilxochitl (descendiente de los reyes de Texcoco), Felipe Huaman Poma de
Ayala “.”. (Ureña, 1980, Págs. 56-57).
En Quito,
“... encomenderos y conquistadores habían mezclado su sangre con la
nobleza incaica. Diego de Sandoval antes de casarse en Popayán con mujer
española, dio su mano en Quito a una coya, hija de Guaina Cápac. Rodrigo de
Salazar se casó con Ana Palla, hija de Mango Inga. Diego Lovato aceptó por su
mujer a Isabel Jarapalla, cuzqueña una de las más distinguidas mujeres de
Atahualpa...” (Fray. Pedro Vargas, s/f, Pág.17).
El aparato estatal y administrativo estaba totalmente dominado
por peninsulares, su acceso estaba controlado por varios mecanismos, dentro de
ellos se hallaba el de la “Probanza de Sangre “, que consistía en demostrar que
se tenía sangre de España. Esto más de una ocasión, causó que los peninsulares
a los americanos que querían demostrar esta circunstancia, le decían: “ ...de
que pureza de sangre hablas, ya que en América, el que no tiene de inga (
indio), tiene de mandinga ( negro) y, el que no toca tambor... tira
flecha...”
La estructura social de castas, tenía gran rigidez: se decía
chapetones a los nacidos en España, y a
los de progenitores españoles pero nacidos en América, se les denominaba
criollos.
Poseer títulos de nobleza, conde o marques, o ser regidor,
capitán, alférez real, generalmente obtenidos a cambio de grandes remesas de dinero
que se pagaban en España, determinaba ventajas de carácter social y económico
para acceder a los medios de producción coloniales.
El régimen de discriminación racial
era marcado:
“En la ignorancia i abatimiento á que vieron
reducidos los colonos, i con la costumbre introducida poco después de la
conquista de que los vencedores gozasen de los fueros de nobleza fácil fue
instilar en los vencidos la idea de que el color blanco ennoblecía la sangre, i
de que los españoles todos, sin mas que ser tales, eran nobles por antonomasia.
De allí provenía esa propensión de los criollos a buscar títulos como prendas
que supliesen la falta de origen español, que era la mas segura ejecutoria; de
allí provenían sus atrasos en las artes y oficios mecánicos, porque no hubo tal
vez cuatro artesanos españoles que viniesen a seguir con sus oficios...”
(Cevallos, 1870, Pág. 338).
Inclusive esta tendencia de ennoblecimiento se genero
no solo a los humanos, sino que por extensión se trasladó también a las cosas
que provenían de España, las que solo por serlo se las tenía por buenas, como
por ejemplo la costumbre de decir: “bayeta de Castilla a la de pellón, caña de
Castilla a la de azúcar, cera de Castilla a la de abejas, arroz de Castilla,
canela de Castilla, alumbre de Castilla, etc., etc., aun cuando estas
producciones fueran americanas, asiáticas o africanas...”. (Cevallos, 1870,
Pág. 340-341).
Durante el primer tercio del siglo XVII, el poder colonial
español se había consolidado gracias al auge económico de la explotación de
mano de obra de los indios, negros, mestizos y españoles pobres, que trabajaban
en las estancias, las encomiendas, las mitas, los obrajes, las minas; la
producción de oro de las minas de Zaruma, Zamora y Portovelo era todavía alto;
y dominante el papel de la Iglesia, y su alianza con los monarcas españoles que
recibieron del Papa bajo la forma de Patronato sobre la Iglesia en el Nuevo
Mundo, el encargo de participar activamente en la vida diaria de los
religiosos, es decir la capacidad de intervenir desde el culto hasta el control
de quiénes venían como sacerdotes a
estas tierras. En el XVII, en la Real Audiencia de Quito existían esclavos
negros que trabajan en lugares donde la población indígena estaba mermada y en
ciertos lugares subtropicales de la Sierra, y en la costa.
Debido a la creciente participación de la iglesia a través de
sus distintas ordenes religiosas en las encomiendas, mitas, batanes, estancias,
obrajes, aglutinó un inmenso poderío económico. La competencia y rivalidad
entre las distintas ordenes monacales en el control: de la institucionalidad
mediante el culto y la liturgia, el acceso a la cultura, el acaparamiento de
bienes terrenales empujó a enfrentamientos y rivalidades crecientes que
terminarán con la expulsión de los jesuitas, que fueron acusados de acumular
ingentes riquezas, y de tener tierras a todo lo largo y lo ancho de la Real Audiencia
de Quito.
Hacia 1592 se produjo en Quito la Rebelión de las Alcabalas
como consecuencia de la publicación de la Real Cédula emitida por Felipe II que
exigía el pago del impuesto de las alcabalas.
El Cabildo de Quito se opuso radicalmente al cumplimiento de
este nuevo impuesto, resolución que fue apoyada totalmente por el pueblo de
Quito, que se tomo la ciudad; sin embargo, debido a la llegada de tropas de
Lima fue duramente sofocada.
A comienzos del XVII se inicia la administración del
Presidente Miguel de Ibarra, quién continua el poblamiento y fundación de
ciudades españolas, como la ciudad que lleva su nombre, establecida en 1606. Se
expanden las redes de conventos y templos católicos, y se fortalece el papel
del Astillero de Guayaquil.
La
producción textil alcanza gran auge, franelas, bayetas se venden en Buenos
Aires, Lima, Popayán y Panamá en donde tienen gran acogida, debido a su gran
calidad y variedad de colores, “... se remitían a una gama de azules; y a otros
colores como aceitunas, verdes, pardos, o los llamados pez de ratas, capa de
rey, capa de duque, hojas de olivo, pardos; y a mezclas de colores que
producían rojos nogales, entre otros. Aunque en menor número se labraron
también paños de otros colores denominados alas de mosca, almendrucados, alas
de cuervo, celestes, florentines...” (Soasti, 1991, Pág. 15)
El Presidente de la Real Audiencia de Quito Antonio de Morga
gobierna de 1615 a 1636. En este período de tiempo, se instituyen centros de
educación superior como la Universidad de San Gregorio Magno, más antigua es la
de Santo Tomás de Aquino. Todo esto, empero se dio en medio de un clima de
enfrentamiento entre el poder civil y el eclesiástico y la lucha entre
religiosos criollos y peninsulares por el control de las órdenes religiosas. Las
obras de arte de la denominada “Escuela Quiteña” gozan de gran prestigio,
exportándose obra y artistas a Bogotá, Lima. El 8 de agosto de 1621 los Jesuitas fundan la
Universidad de San Gregorio Magno en Quito.
La Real Audiencia de Quito, sufre el embate de fenómenos
naturales menos favorables, como la erupción del Pichincha, el terremoto de
1692, que destruyó Latacunga, así como el de 1698, que la provocó serios daños
igual que a Ambato y Riobamba.
En 1621 muere el Rey Felipe III, acontecimiento que,
mediante manifestaciones luctuosas, tienen lugar en América, le sucede su hijo
Felipe IV.
Debido a la crisis económica de los años setenta del XVII, el
monarca español dispone que no se establezcan nuevos obrajes y batanes, la que
es cumplida en Quito por el Presidente Munive en 1678. La última década del
siglo, en 1681 existían cerca de doscientos obrajes que explotaban a treinta
mil trabajadores.
Se produce una gran diferencia entre la misérrima vida de los
indígenas, negros, mestizos y españoles pobres que contrasta con el modo de
vida de lujo y ostentación de los grupos dominantes que viven con pompa, a comienzos del siglo XVII, existen relaciones
que describen el desmedido lujo con el que viven en Lima y en Potosí. En la
calle de los Mercaderes, en Lima, se compraban sedas chinas, porcelanas, joyas
en grandes cantidades.
Los peninsulares que disfrutaban
de las rentas que les producían las encomiendas, las estancias, las mitas, los
batanes, los obrajes, se divertían con la corrida de toros, con el juego del
boliche, asistiendo a las procesiones religiosas. Festividades que presenciaban
los mestizos y el denominado pueblo llano.
Estas manifestaciones
de desmedido lujo, en Quito se hacían evidentes en actos oficiales
conmemorativos de tal o cual acontecimiento, como en 1612 cuando tuvo lugar la
traslación de los sellos reales del antiguo palacio presidencial al nuevo,
hecho que se convirtió en una verdadera fiesta, en la que los cabildantes y
miembros de la Real Audiencia acudieron con sus más finos y elegantes trajes,
como el de los regidores que:
“...concurrieron con trajes de damasco carmesí i con
gorras de la misma tela. Los sellos reales fueron conducidos por un caballo
blanco galantemente enjaezado, i le llevaban bajo de palio, siendo los miembros
del ilustre ayuntamiento los que cargaban las varillas del dosel sagrado... “Cevallos, 1870, Pág. 341).
La corona española estableció
barreras comerciales entre las distintas colonias americanas, pero el comercio continuó pese a la imposición de
gravámenes e impuestos. La red internacional de comercio incluía Manila a
Acapulco y de ahí a Panamá, Guayaquil y Callao. En las memorias de un judío
portugués de la época se lee:
"Todos
comercian, de virrey a arzobispo, comercian en secreto o con socios
secretos". (5William Lythe Schurz, The Manila Galleon, Manila.Historica
Conservation Society X. 1985, p. 537,en:http://groups.yahoo.com/group/SephardicForum/message/5374).
Las mercancías que se
negocian son, de España se trae aceite, vino, vinagre, botijas, aceitunas y
lienzos; de la Real Audiencia de Quito alquitrán, brea, copal, achiote, carne
salada, cera, bálsamo, vainilla, sebo, palo de tres tintas, miel, piedras de
moler, añil, azúcar y cacao.
Fallece
Felipe IV, le sucede en el trono su hijo Carlos II que tenía cuatro años de
edad, asume la tutela su madre doña María Ana de Austria con la colaboración de
una junta, el principal es el favorito don Gaspar de Guzmán, Conde- Duque de
Olivares, que mediante agresivas campañas diplomático militares pretendió que
la casa de Austria dominara á Europa, en respuesta se formó una alianza en
contra de España.
Internamente se produjeron serios
acontecimientos como las rebeliones de Cataluña, Los Países Bajos, Holanda,
Nápoles y Portugal, hechos que provocan la paulatina decadencia de España.
Razón por la que, Felipe IV se vio obligado a reconocer la independencia de
Holanda y de Portugal; debido a la falta de control militar, los que no los
podía ejercer la metrópoli, dejan a la Isla de Jamaica bajo dominio de los
ingleses y otras bajo el de Francia.
En España el siglo XVII estuvo marcado por
agudas crisis de carácter político, militar, económico y social, que afectaron
la estructura del Imperio Español en Europa. El conde-duque de Olivares valido
de Felipe VI, debido a la agresiva diplomacia que ejercitó, provoco que España
participe en la denominada guerra de los Treinta Años sufriendo marcados reveses
militares. A mediados del siglo, por la incursión sobre todo de Francia, el
imperio paulatinamente perdió todas sus posesiones territoriales en Europa.
Mientras
que, en América, la corona española bloqueaba toda iniciativa de progreso, como
cuando se planteó en 1614 construir un camino que conectara Quito con Bahía de
Caráquez, hecho que encontró la oposición real; igual ocurrió en 1615. Otro
proyecto que mejoraba las comunicaciones y el transporte, que igualmente no
obtuvo autorización fue el del camino a Esmeraldas, esto en 1680.
La situación de los criollos, si
bien era privilegiada al poseer, tierras, encomiendas, mitas, batanes y
obrajes, en cuanto se refiere a las aspiraciones políticas de acceder a puestos
principales en la Administración Colonial, era difícil sino imposible debido a
las innumerables trabas que ponían los peninsulares, y a los nombramientos que
se hacían desde la metrópoli, ya sea para el sector público como para el
religioso:
“...esta observación es aplicable a toda
la América Española, pues en el rejistro de cuantos virreyes la gobernaron en
una serie de trecientos años, i con todo que estaba dividida en cuatro
virreinatos, solo se hallan cinco americanos; cuatro en Méjico, i uno en Buenos
Aires. En cuanto a nuestra patria, solo tuvo un presidente patricio, aunque dio
algunos pocos para otras presidencias y capitanías jenerales. Habia, es cierto,
muchos empleados americanos en casi todas las oficinas públicas, pero todos
subalternos, nunca superiores...” (Cevallos, 1870, p. 328)
LA RESISTENCIA INDÍGENA SIGLO XVII
A lo largo del siglo XVII, en todas las colonias
de España, en Norte, Centro y Sudamérica, los indígenas se sublevan debido a la
extremada explotación que sufrían, al despojo de sus tierras y a las condiciones
misérrimas de su existencia. Sus exigencias van más allá de lo meramente
económico y social, ya que buscan reivindicar sus derechos, sobre todo el de la
tierra de sus ancestros.
Eran la fuerza de trabajo que movía la
producción colonial junto a la esclavitud de los negros, eran obligados a la
servidumbre de la encomienda, la mita, las minas, los batanes y los obrajes, a
la aparcería y el inquilinaje.
Indígenas y
mestizos eran sometidos al sistema de jornalería, en el que mediante un sistema
de explotación a través de las deudas acumuladas mediante los productos que se
vendían por los españoles, se fue originando generaciones de deudores, los que,
a más de no recibir nunca su jornal, debían devengar las obligaciones asumidas
y aumentadas en los libros de rayas, en los que se anotaban inescrupulosamente
las deudas. Un sector pequeño se dedicó al comercio y a la artesanía.
A las clases menos favorecidas el sistema colonial impuso la violencia
de clase y la opresión étnica.
Las grandes rebeliones indígenas demuestran la enorme vitalidad de su
etnia, que busca afirmarse dentro de un contexto de extrema violencia social y
cultural.
Entre sus planteamientos se encuentran, la defensa de sus tierras, la
protección que buscan al negarse a aceptar nuevos tributos, la oposición a la
desmedida explotación y a la extrema violencia cultural a la que son sometidos.
Para graficar esta violencia, eran distintas las penas a las que eran
sometidos españoles e indios, ante el incumplimiento de las ordenanzas, tal el
caso que en las “Primeras Ordenanzas del Cabildo, Justicia y Regimiento de la
Villa de Villar Don Pardo” (Riobamba), emitidas en 1623, se dispone que:
“.... mandamos que de aquí en
adelante ninguna persona español ni indio no corten en el dicho monte tirante,
umbrales ni tixeras ni otra madera alguna, salvo si fuere la leña, sin licencia
y mando de este Cabildo, so pena que lo contrario hiciere caiga e incurra, si
fuere español en cincuenta pesos de plata marcada de pena y la madera y
herramienta perdida, aplicada a la tercería parte para la Cámara de
su Majestad y a la tercería para reparos de esta Villa y las calles de ella, y
la otra tercería para el denunciador, y si fuere indio o cacique el que
incurriera en el suso dicho, tenga perdida la dicha madera y herramienta y
bueyes con los que traxeren, según dicho es,
Y MAS QUE LE SEAN DADOS CINCUENTA AZOTES A LOS INDIOS, en el mercado de
ella, Y A LOS CACIQUES DIEZ DÍAS DE PRISIÓN...”, ( Costales Samaniego,
1956: Pág. 22).
Además de la
explotación directa de las autoridades y de personas naturales españolas, la
iglesia a través de sus frailes, exprimía aún más a la escuálida economía de
los indígenas, ya que cobraban a principios de cada año por sus servicios
religiosos en las doctrinas, el CAMARICO que consistía en:
“Cincuenta carneros, cincuenta fanegas de trigo,
cuatrocientas gallinas y doze cargas de sal y cien fanegas de maíz y la yerba y
la leña que han menester “. (Costales Samaniego, Fernando Daquilema, Llacta,
1956: Pág. 23), esto lo
tenían que pagar todos los indios desde los 16 hasta los 55 años.
Esta era la situación en todo el territorio de la Real Audiencia de
Quito, como nos lo demuestra la: “Ordenanza del Corregimiento de Otavalo y lo
que se debe observar para el buen régimen de las indias
“, en la que se mandaba que: “los indígenas varones de Otavalo,
Cotacachi, Tontaqui, Intag, Tulia y San Pablo, que eran 2781 indígenas, debían
pagar anualmente 11124 patacones de a ocho reales cada uno, 5572 mantas blancas
de algodón de cuatro hilos de 2 varas de ancho y 5562 aves de castilla “(Zubritski,
Los estereotipos etno-sociales-sicológicos y su papel en las relaciones
interétnicas en el área Otavalo-Cotacachi, en Sarance, Nº 14, Agosto, 1990,
Pág. 21).
El Decreto
expedido por el Virrey del Perú Velasco en 1604, prohibía que se emplee a los
indios como bestias de carga, disposición que fue rechazada por:
“...el cabildo i los nobles, i particularmente los
encomenderos, se opusiesen al cumplimiento de tan inhumana providencia. I
todavía es de estrañarse más que tambien se opusiese el piadoso obispo López
Solis, diciendo que la libertad, como
quería concederse, no era razonable, porque nunca es buena para el vicio i el
pecado; i que desaparecería la población de españoles, porque estos miraban
como cosa indigna el dedicarse a los trabajos necesarios para la vida”(
Cevallos, 1870, Pág. 330); otra ves está presente
la resistencia al trabajo con las manos, al desempeño de las artes y oficios,
las que estaban destinadas a los plebeyos españoles, mestizos e indios.
Era tan aguda la opresión de
los, indígenas ya que además de cobrarles tan inhumanos tributos, les obligaban
a trabajar sin salarios ni recompensas, por lo que sus caciques, en sus
escritos, decían:
“Somos tan esclavos que aun de los que son, esto es de
los negros recibimos los mayores ultrajes i agravios; i si V.M. nos viera el
lastima en que vivimos, no dudamos que lloraría sangre. “(Cevallos, 1870, Pág.
330).
Las festividades religiosas eran también motivo para explotar a los indígenas,
hecho que producía la fuga de los pobladores, como lo hacían los del pueblo de
Guano,
“…desobligados i aburridos de los curas doctrineros
que los empobrecían con repetidos impuestos. Exijian dos reales por cada solar
de tierras que poseian, a pretesto de que tenian la obligación de suministrar
leña en la celebración de ciertos actos religiosos. Las calles i afueras del
pueblo estaban llenos de cruces, i los obligaban a que mandasen decir misa a
todas ellas [pasaban de sesenta] cobrando a seis pesos por cada una. Las indias
contribuian con un huevo todos los días de doctrina (dos por semana), bajo pena
de azotes si faltaban...” (Cevallos, 1870, p. 342).
De igual forma se obligaba a los caciques que se sometieran ellos y los
indios a la voluntad de los curas para su adoctrinamiento:
“...y tambien dijo que en el dicho pueblo de tumbaco
esta nombrado cacique principal a andres guallichicomin.... y que el sobre
dicho además obligación que tiene de acudir al servicio de la iglesia del dicho
pueblo de la que a de tener que enseñar y e hacer venir a los niños de los
caciques principales y de los demas indios de los pueblos que tienen que acudir
a la escuela todos los días desde las siete de la mañana hasta
las once y desde las dos de la tarde hasta las cinco sin falta…”
Durante el siglo XVII, tiene lugar el continuo proceso de apropiación
de las tierras de comunidades indígenas, tal el caso de las que estaban
ubicadas en Cayambe, así como se reducen las parcialidades indígenas.
Para controlar, someter a los indígenas a reducciones, poder
catequizarlos mejor, extraer los tributos, existen testimonios que dan cuenta
de que hasta el siglo XVII, sobrevivían varias lenguas diferentes del quichua:
“...y para que los caciques e indios del dho pueblo de
Cumnbaya, las indias mujeres, muchachos y muchachas lo entiendan, mando se les
haga saber por interprete de la lengua general del inga y por otro de la lengua
materna ...” ; más adelante indica: “...Estando los indios e indias
congregados, se les hizo conocer el auto de la visita, por vos de Juan Cabezas
indio que hacía oficio de pregonero, lo dijo en la lengua española y luego se
dio a entender en la lengua del inga y en la materna de este dicho pueblo (
Archivo Nacional de Historia Quito,
ANH-PQ-I Caja 5-I. 1640-1650, 1645
fol. 2, 2^, 3, 2 de agosto de 1645).
Esta visita
se hizo por disposición del Lcdo. Francisco de Prada Oidor y Visitador General,
quién dispuso se realice la Visita y Numeración de los indios para la cobranza
de tributos, para lo cual se dan disposiciones para que se realice dicha
Visita:
“ante el escribano mayor de visitas Andrés de Sevilla, se dan
indicaciones de que los oidores, cobradores de tributos, encomenderos,
diezmeros, sepan la forma en que se realice la visita general...” (Archivo
Nacional de Historia Quito, ANH-PQ-I Caja 5-I. 1640-1650, 1642 fol. 13 -14,
mayo de 1642).
Sin embargo, existían indígenas que no querían ser desplazados a otros
pueblos, por lo que se quedaban en sus tierras, como lo testimoniaron Fernando de Anaguano, cacique principal del
pueblo de Nayon y don Cristóbal Oña, Gobernador del dicho pueblo de Nayon:
“.... decimos que, en este pueblo
de Cumbia ay una parcialidad de muchos indios..., los cuales estan
naturalizados en el con sus mujeres e hijos, con sus chacaras y casas, de más
de cincuenta años a esta parte, por lo cual nunca se han podido reducir a dicho
pueblo de Nayon, y asi se han numerado con los señores visitadores pasados en
la numeración de dicho pueblo de Nayon y con claridad de decir estan en Cumbayá
como consta de la visita pasada” .....” y por esa causa para las mitas y
cobranzas de tributos padecemos muchos trabajos porque no estan en el dicho
pueblo...” (Archivo Nacional de Historia Quito,
ANH-PQ-I Caja 5- I. 1640-1650 fol 15^; 16 y 16^, 22 de agosto de
1642). Más adelante piden nombrar a
Sebastián Collaguaso, natural del pueblo de Cumbayá, como cobrador de tributos
para ese pueblo.
Los cobradores de tributos violentaban las disposiciones que se daban,
como la de no entrar a las casas de los indígenas, y los explotaban a más de
extraerles los impuestos:
“Porque en la tasa general de dicho pueblo de Tumbaco está señalado al
padre doctrinero, el estipendio y camarico para su conjuro sustento y para la
çera y papel del monumento del dicho pueblo y asi mesmo el salario del
corregidor... “.
“..... los diezmeros han agraviado a los indios,
cobrándolos en especie, entrándose en las casas, en animales y prendas, en mas
de lo que debían pagar...” ...” los mayordomos y diezmeros no deben cobrar en
las casas, sino en la puerta de la iglesia...”. (Archivo Nacional de Historia Quito,
ANH-PQ-I Caja 4, 1643, fol. 1,2, 2^, 23-02-1643).
Se explotaba también a los esclavos negros que se introdujeron en
América debido al declive de la población indígena.
Al inicio del siglo XVI, mientras la vieja Europa andaba
imbuida en las grandiosas creaciones del Renacimiento, al otro lado del mar, en
lo que los europeos habían denominado el Nuevo Mundo, se produjo una convulsa
conquista en donde sus habitantes naturales sufrieron una catástrofe
demográfica motivada por las guerras, las epidemias y la explotación económica
desmedida que impusieron los hombres del viejo continente5.
Después de la conquista, se dio paso a una paz relativa en 1542 con la
aplicación de las leyes Nuevas, que prohibieron al menos de manera oficial, la
esclavitud de los indígenas, que fue con quienes se inicio la trata humana en
América, en los primeros treinta años del proceso de conquista y
occidentalización.
Al mismo tiempo, en la costa oeste de África y como
resultado de conflictos políticos y nuevos proyectos económicos, cantidades
ingentes de trabajadores eran vendidos como esclavos en las plantaciones de
azúcar de las islas portuguesas de Sao Tomé, Madeiras y Príncipe. Desde
pequeños y medianos comerciantes, pasando por un grupo de firmas comerciales y
casas de bancos europeas, como la Real Compañía de Guinea y la South Sea
Company, se apresuraron a instaurar grandes compañías de compra y venta de mano
de obra esclava que veían inmensas posibilidades en el mercado que se abría al
otro lado del océano6.
El declive continuado de la población amerindia a lo largo
de todo el siglo XVI y el siglo XVII, que en algunos casos llegó a suponer la
desaparición de más del 70% de la población, sobre todo en las zonas de clima
caliente como el Caribe, permitió que el movimiento esclavista, como afirma
Rina Cáceres, fuera revertido de África a tierras americanas7.
Las rutas de ingreso de este tráfico humano fueron múltiples, pero hay que
distinguir entre centros de empleo masivo, verbigracia minería del oro y
plantaciones, y de redistribución, donde estaría el caso de Cartagena de
Indias. Los puntos de entrada se extendieron a lo largo de todas las costas
americanas y en especial las del mar Caribe8.
Los estudiosos de la trata interoceánica han señalado que los hombres africanos
esclavizados salieron de cuatro regiones principalmente y sus respectivos
puertos, que fueron cambiando al mismo tiempo que los actores de la trata,
portugueses, holandeses, ingleses y por último franceses: la costa del oro, la
bahía de Benin, la bahía de Biafra y el África centro occidental9. (Vidal Ortega, Antonino; Elías Caro, Jorge Enrique, 2012).
A fines del XVII en la presidencia de Quito, se continuaba con la trata
de negros, información que se desprende de la acción de los piratas, como el
ataque de 1684, que hicieron los capitanes Swam y Eduardo David a Guayaquil y a
la isla de la Puná, y que nos demuestra la permanencia de la práctica de la
trata de negros, que persistía en aquel tiempo, cuando capturaron dos barcos
negreros, contando con mil negros entre mujeres, varones, niñas y niños.
EL
CONTEXTO CULTURAL EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO EN EL SIGLO XVII
El contexto cultural lo veremos, a
través de la situación de la educación pública, el contenido de la ideología religiosa,
las manifestaciones artísticas, las que, en el siglo XVII, adquieren distintas
connotaciones debido a la paulatina consolidación de la sociedad colonial, que
se desenvuelve con sus contradicciones internas y externas.
EL SURGIMIENTO DE LAS UNIVERSIDADES
Antecedentes para la fundación de universidades, fue el
establecimiento de los Colegios, el más antiguo que lleva el nombre de San Juan
Evangelista data de 1551 fue obra de los sacerdotes flamencos, bajo la
dirección de Fray Jodoco Ricjke. En 1568, la institución educativa particular
religiosa fue transformada en el Colegio San Andrés de Patronato Real, el que
fue regentado por los franciscanos hasta febrero de 1581. Ese mismo año la Real
Audiencia encargo la administración del colegio a los agustinos, el nuevo
plantel recibió el nombre de San Nicolás de Tolentino.
Mientras tanto el
obispo de Quito, Pedro de la Peña argumento en un escrito al Rey, de 15 de
febrero de 1570, la necesidad de crear una Universidad en Quito. De igual
manera el Cabildo lo hizo en sesión de 15 de agosto de 1576. Se comisionó al
Padre Alonso de Herrera en 1580, para que presente esta petición a la corona
española. En 5 de agosto de 1580 se expide la Cédula Real que entre otras cosas
decía que es necesario el estudio de las ciencias: “...es grande el numero de
hijos de españoles...pues no de otra manera no puede ser republica con la
pulicia y modo de vivir que conviene...”. La Real Audiencia por fin en 5 de
noviembre de 1581 emite el informe favorable.
Uno de los primeros investidos que realiza pedidos de contar
con universidad en Quito, es el dominico Fray Pedro Bedón, quién fue maestro de
teología en esta ciudad durante cuatro años, y dos en la universidad de Bogotá,
hace una petición a Felipe II argumentando la necesidad de abrir Universidad en
Quito:
“Siento en mi conciencia, le decía que acierta Vuestra Majestad muy
mucho en conceder a esta Provincia de Quito estudios generales, poniendo
Universidad en esta ciudad, que es del temple acomodado y muy proveída de
bastimentos, fértil y sana...”. (Fray José María Vargas, I Tomo, Ariel, s/f,
Pág. 69-70).
A fines del siglo XVI, en 1589 se
abrió en Quito el primer curso de filosofía, que se impartía junto a la
enseñanza de letras humanas, latinidad y teología.
En 12 de octubre de 1594, el obispo Señor López de Solís, en
carta al Rey, le informa sobre la creación del Seminario y Colegio de San Luis,
al cual asistían cuarenta estudiantes. Al inicio cuando estuvo ubicado bajo
dependencia de la Casa Parroquial se enseñaba Gramática Latina, la música, el
canto llano, y el contrapunto, para más tarde bajo la dirección de los jesuitas
que introdujeron el estudio de la Teología Moral, la Filosofía. Esta
institución como colegio dio cabida a educandos provenientes de Popayán, Panamá
ya que era un centro en donde se preparaban jóvenes que querían seguir la
carrera religiosa, así como a los que querían prepararse. La discriminación
racial y laboral estaban presentes para estudiar en el Seminario, ya que:
“...estaba
prohibido recibir a los hijos de los artesanos; y los que pretendían ser
admitidos como alumnos habían de acreditar primero, mediante una prolija
información judicial, su limpieza de sangre, para lo cual era necesario probar
que ninguno de sus mayores había ejercido oficio alguno; pues según las
preocupaciones coloniales, el trabajo era una deshonra y la holganza muy
honorable. (González Suárez, 1970, Pág. 271).
Sería como consecuencia de que los jóvenes de este Colegio de
San Luis no trabajaban, hubo casos en los que no tenían respeto como
consecuencia de su “abolengo” de las cosas ajenas, que obligaron al Ilmo. señor
Oviedo y al señor Sotomayor, a elevar Autos, como el de 14 de mayo de 1626,
estableciendo las penas de excomunión contra quiénes se apoderaban de lo ajeno
(González Suárez, 1970, Pág. 278).
El 5 de marzo de 1595 las autoridades del Convento y
Monasterio de San Agustín, escribieron a Felipe II que:
“...funde (universidad) en este convento pues sera esto grande parte
para que se remedie en pobreza y vaya en aumento esta provincia... “(A.G.I.
76-6-10 VG. 4ta Serie, Vol. 18, Pág. 271; en
Fray José María Vargas, I Tomo, Ariel, s/f, Pág. 72).
El Papa Sixto Quinto satisfizo el pedido de los agustinos, por
lo que mediante Bula Pontificia facultaba conceder los grados de: Bachiller,
Licenciado, Doctor y Maestro en Artes, Teología, Cánones, Medicina y Leyes.
Hasta que se produzca el pase regio a la Bula Pontifical, el
General de la Orden autorizo se abra la Universidad de San Fulgencio en 1603,
que podía conceder grados solamente a los religiosos de la orden.
El pase regio, recién se emitió en
1621, en el que los personeros reales otorgaban la autorización respectiva,
pero abriendo la posibilidad de que se haga extensiva a otras instituciones, la
capacidad de fundar otros centros de educación superior, el documento dice así:
“ El fiscal habiendo visto la Bula que se le remite y
le parece que se puede pasar, advirtiendo que por ella la religión de San
Agustín no ha de adquirir derecho alguno irrevocable para la fundación de la
Universidad; si no solo en el ínterin que su Majestad mande que se haga en
Quito estudios generales y conque los estudiantes no queden libres de la
Jurisdicción Real, ni por esta fundación adquiera jurisdicción el provincial o
Rector de la Universidad en los estudiantes, y sin el perjuicio del derecho de
otra Universidad erigida por su Majestad y aprobada por su Santidad “ ( J.
Jijón y Caamaño: Disertación acerca del establecimiento de la Universidad de
Santo Tomás, Quito, 1923. En: Fray José María Vargas, I Tomo, Ariel, s/f, Pág.
73).
Una ves otorgada la autorización real, en la Universidad de
San Fulgencio se graduaron desde 1679 a 1769 cincuenta y siete estudiantes.
En 1621 recién los jesuitas
obtienen la Bula del Papa Gregorio VII de 8 de agosto de 1621, para que en
América y en las Filipinas puedan otorgar grados académicos. Se consiguió la
autorización real en 2 de febrero de 1622. La Real Audiencia emitió la
autorización respectiva, misma que fue celebrada en acto público:
“...se organizó un acto social, en que la Bula,
colocada en estandarte de terciopelo, fue paseada por las calles de Quito, a
son de pregón y de música y con lucido cortejo de cabalgata enjaezada. “(Fray
José María Vargas, I Tomo, Ariel, s/f, Pág. 78).
En 1623 se crea la Universidad de
San Gregorio bajo la dirección de los jesuitas, en la que se otorgaban los
grados académicos.
La graduación se la consideraba como un evento público de
importancia, se destinaba a lo interno de la universidad un espacio
especialmente adecuado para tal efecto, como la Sala de Grados de la
Universidad de San Gregorio la que en 1659 estaba constituida por:
“... una
pieza muy capaz con dos ordenes de asientos labrados en sus respaldares y
barandillas. En el escenario estaba colocada la cátedra y al fondo un retablo
con su sagrario en la mitad. Concluido el grado se procedía a un desfile por
las calles principales de la ciudad, “yendo cada uno de los doctores y maestros
en el lugar que le competía por la antigüedad de su grado, llevando en sus
cabezas los bonetes con sus borlas y pendientes las mucetas de sus cuellos
mostrando en los colores los grados de sus dueños, blanco y negro a los
doctores, negro y azul a los maestros. Los que solamente eran doctores llevaban
la borla sólo blanca, pero los con el doctorado mezclaban el magisterio
llevaban la borla con blanco y azul “. “(Fray José María Vargas, I Tomo, Ariel,
s/f, Pág. 79).
En 1650 el Padre Pedro de Mercado, en su
descripción de Quito dice que:
“La iglesia mayor tiene en su misma cuadra y al mismo
lado donde está situada el colegio de seminaristas que en días señalados sirven
a su altar. Está el ese colegio seminario en frente de nuestro colegio “(Fray
José María Vargas, I Tomo, Ariel, s/f, Pág. 72).
Describe a continuación que
aprendían rudimentos de lengua latina, retórica, artes y concluían con
Teología.
En 1683 se emite la Cédula Real que
aprobó la creación del Colegio y Universidad de San Fernando, regentados por
los Dominicos, los que se abrieron cumplidos todos los requerimientos en 1688,
pese a la oposición que durante cinco años hicieron los jesuitas. El colegio era de Patronato Real, en el se
abrieron las cátedras de Gramática Latina, de Filosofía, de Teología, de
Derecho Canónico, de Jurisprudencia Civil. La Filosofía se enseñaba en latín.
Este era el panorama de la
instrucción superior en el siglo XVII en Quito, que nos indicó como y que
materias se impartían, y como en última instancia se iba moldeando el
pensamiento de una sociedad en que lo religioso, lo relacionado con los
símbolos del poder de la metrópoli marcaban la pauta del comportamiento en una
sociedad por demás conservadora, en la que el poder ideológico estaba
sustentado por el control de la iglesia, del tribunal del Santo Oficio, que en
el año 1610 se crea en Cartagena de Indias que tiene jurisdicción sobre las
actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, así como por las respectivas
instancias del poder colonial.
EL PENSAMIENTO EN LA REAL AUDIENCIA DE
QUITO DEL SIGLO XVII
EL PENSAMIENTO EUROPEO EN EL
SIGLO XVII
El tránsito de una economía de carácter feudal, a una en donde
se establecían las relaciones capitalista de producción, el capitalismo
mercantilista, transforma a la sociedad
mediante los grandes avances científicos y tecnológicos, los que se hacen
posibles merced al surgimiento de fenómenos tales como: la consolidación del
capital financiero mediante la acumulación primaria de capital gracias al oro y
dolor de América, el fortalecimiento de la organización manufacturera del
trabajo que desplaza paulatinamente al taller artesanal, conforma una serie de
nuevos aspectos que contribuyen al surgimiento de nuevas teorías acerca de la
naturaleza, de la sociedad, y del hombre como sujeto en sí mismo, dueño y
arquitecto de su propio destino, liberándose del fatalismo religioso.
La Iglesia y la Escolástica habían dominado casi absolutamente
en la Edad Media, hasta cuando surgen las nuevas concepciones humanistas del
Renacimiento, como concepciones dirigidas hacia el hombre y provenientes del
hombre, reconociendo su capacidad espiritual de poseer su propia subjetividad,
distinta y diferente de la todopoderosa autoridad de la interpretación
escolástica de las Escrituras Sagradas,
que hacen las órdenes religiosas más recalcitrantes como la de los dominicos,
franciscanos, jesuitas, que desconocen las capacidades espirituales intelectivas
propias del hombre, que mediante el Santísimo Tribunal de la Inquisición mantienen
mediante métodos antihumanos, el aferramiento intrascendente del dogma, y la
domesticación del hombre educado en la tradición inamovible, del seguimiento
dócil a las costumbres del pasado y su incondicional respeto de las normas
establecidas por las monarquías y la iglesia.
Esta nueva concepción convierte a la actividad humana en obra
del hombre, que se concibe como no la idea del hombre en general, sino como la
manifestación de esa cultura como concreción de esa capacidad individual
espiritual, plasmada en una personalidad concreta como la de los grandes y
multifacéticos artistas y pensadores del Renacimiento, de tal suerte que es una
personalidad libre e independiente, que busca la afirmación de su ser
individual, asumiendo los retos del conocimiento en distintas áreas del saber
alcanzado en su tiempo, deviniendo esta noción de cultura en manifestación de
una integralidad y universalidad del nuevo saber.
Sin embargo, esta concepción humanística, se contraponía con
la realidad europea y sobre todo con los hechos de la realidad colonial
americana, en donde era imposible, el establecimiento de una sociedad integral,
que permita al hombre alcanzar su propio desarrollo, debido a la coacción
colonial.
En la Europa Occidental se
produjeron una serie de cambios en la sociedad que imponía un nuevo orden
mundial, mediante el afianzamiento de todos los sistemas coloniales.
Esta realidad europea, bajo la idea de "raza"
sometió a los demás pueblos a una clasificación social que se extendía a todos
los pueblos no europeos, que ubicaba a los pobladores no europeos, situados
como no-"blancos" en una posición biológica y culturalmente inferior,
en este sentido contrarios a los de Europa Occidental.
Estas exigencias en las colonias, produjeron cambios en
sentido negativo, que trascendían y se contraponían con los postulados del humanismo y del racionalismo, marcados por:
la explotación inmisericorde de sus habitantes,
la expropiación y enajenación de sus recursos, el apoderamiento de su
cultura material y espiritual que consideradas como inferiores se intentaron
destruir mediante la imposición del culto a nuevos ídolos de madera, piedra y
oro; se desconocieron sus conocimientos; se apropiaron de su trabajo; se
les califico de infieles y de salvajes,
obligándolos a perder o a distorsionar sus identidades culturales; no se
permitió establecer un mercado regional entre las colonias, por lo que
existieron mercados locales débiles; la cultura dominante estuvo ligada al
poder de la iglesia, que traslado a América, salvo contadas excepciones, las
ideas oscurantistas del rezago feudal de la escolástica, y la visión supra
cultural y sobrehumana de lo sagrado.
Estas circunstancias provocaron una crisis en la mentalidad de
los pensadores racionalistas, ya que la realidad social concreta era por demás
contraria a la visión humanística, razón por la que la noción de la naturaleza
del ser humano, entendido como un ser individual libre e independiente, se fijó
en dos contextos contrapuestos, los de la Europa “ blanca “, occidental y
cristiana, y los de los otros seres distintos, incivilizados, que no podían ser
admitidos como hombres racionales iguales a los europeos; razón por la que el
derecho al desarrollo tanto material como espiritual era privativo tan solo
para los occidentales, que se concebían como los únicos seres civilizados,
originándose el europocentrismo. De esta forma, los no europeos eran
inferiores, y por tanto anteriores, por lo que no tenían historia, y se les
ubicó en la prehistoria, o en los escalones de lo primitivo. La acción de estos pensadores está
subordinada a la comprensión de la contraposición entre el hecho del
pensamiento racionalista y la realidad, de lo ideal contra lo real, el mundo
como es y cómo debería de ser.
Los pensadores humanistas idealizaron el pasado, y expresaron
la idea del hombre natural, tratando de ver en la historia, la demostración de
que existían hombres en estado originario, y por tanto no sometidos al influjo
de la civilización europea, la que sufrirá su falsificación y tergiversación.
Se contrapone por tanto al ser natural con el civilizado. Esta tesis fue
contrapuesta por el gran colectivista inglés del siglo XVII, Gerard Winstanley,
líder de los true levellors durante la revolución cromwelliana; que manifestó
que la Tierra es propiedad común del género humano.
La interpretación de la solución a este conflicto, se dio en
la concepción de la capacidad de desarrollo del propio hombre, ya que debe
formarse como un ser racional, a través del desarrollo de su raciocinio, para
que pueda convivir cultamente con otras personas.
Esta perspectiva del mundo, del hombre y de la historia, fue
elaborada sistemáticamente en Europa desde el siglo XVII, cuando los
occidentales y cristianos, mediante la adecuación de la filosofía racionalista,
construyeron su perspectiva del mundo, apropiado y adaptado a las nuevas
condiciones de su época, bajo la consideración de que la única racionalidad es
la europea, y por lo tanto le faculta el derecho de ser hegemónica en todo el
universo, que guarda relación sobre el ejercicio del poder ( político, social,
cultural, económico) y del poder del conocimiento.
La configuración del humanismo y del racionalismo del
nuevo siglo, este movimiento significa la ruptura e independencia de un modelo
cultural consagrado a la religión y a la metafísica, que libera a la razón, que define nuevos caminos para
llegar a la ciencia, que afirma la concepción humanista de la personalidad,
como manifestación soberana de acciones cognitivas racionales, se hará evidente
en los postulados del racionalismo clásico, que desarrollo la posición del
individuo libre de la conciencia mitológica, religiosa y escolástica, que llevo
incluso a destacados filósofos y científicos
europeos ha padecer las atrocidades “ civilizadas ” de la santísima inquisición,
que como Giordano Bruno, fue incinerado en una hoguera infame.
El racionalismo desarrolla la idea acerca de la posición del
individuo, que es capaz de poseer independencia espiritual creadora, que le
faculta labrar su propio destino con la comprensión del mundo que le rodea con
razonamientos propios.
Otro principio importante es el del historicismo, que plantea
la necesidad de estudiar los fenómenos ligados a su origen y desarrollo, que se
convierte en la doctrina del desarrollo de la sociedad y de la naturaleza.
Los pioneros del principio del historicismo, son los
científicos, como Descartes, que contempla el desarrollo del sistema solar, del
origen de los astros, del surgimiento de la vida primaria, y a la formación de
los seres animales y vegetales. Esta idea se fundamentaba sobre la base de las
matemáticas y de la mecánica, determinada por las leyes generales e inmutables
del movimiento.
Se tomaba, por tanto, al mundo y a su desarrollo como idea
filosófica, formulada mediante los conceptos mecanicistas, que buscaban
descubrir y explicar la causa final, última de la existencia del mundo, se
planteaba que si todo lo que es fruto de la experiencia tiene una causa, de
igual forma el mundo como un todo único tiene su causa. El reto del pensamiento
racional, por tanto es el de dar una explicación lógica representativa de la
causa inicial, que provocó el surgimiento de todo el universo, para descubrir la causa de su origen y desarrollo,
hecho que es imposible hallarlo en la experiencia humana, que está limitada a
la observación del mundo que nos rodea, mediante la utilización de nuestros
sentidos, por lo que al no poder abarcar esa totalidad y complejidad, solo
puede ser explicada de forma clara y precisa mediante la formación de una
teoría explicativa.
Sin embargo, la concepción de la idea del desarrollo, como una
teoría terminada no existió, ya que esta inclusive estaba ausente en la
mecánica de los cuerpos sólidos elaborada por Newton, que trató de explicar la
construcción mecánica del universo y de la interacción de sus partes. Pero no
le fue posible argumentar la causa primaria de su origen y desarrollo, razón
por la que recurrió a la idea del primer impulso.
MANIFESTACIOINES DEL PENSAMIENTO
EN LA REAL AUDIENCIA DE QUITO EN EL SIGLO XVII
Bajo el filtro ideológico de la administración colonial y de
la Iglesia las ideas modernas penetraron y fueron madurando en mestizos y
criollos de tal manera que en los siglos XVII y XVIII estas ideas cobraron
mayor espacio y tuvieron influencia en la arquitectura de las iglesias, la
literatura, las demás artes, y en especial en la mentalidad política de las
generaciones jóvenes.
El pensamiento filosófico no progresa debido al
continuo control ideológico de las ordenes monacales, las que conforme su
interpretación de la sociedad, del mundo y de su relación con Dios, mantienen
posturas divididas: los franciscanos buscan argumentos de carácter escotista,
los dominicos son partidarios del tomismo, los jesuitas del suarismo, y son
raros casi ausentes los que plantean posiciones escolásticas.
Las figuras de mayor relieve son los polemistas, es
decir, que en este período todo el esplendor de la filosofía tradicional se
reduce a una exhibición de ingenio.
Sus alcances en lo que respecta a América Latina fueron pobres
y limitados, sobre todo en los tres primeros siglos, ya que España y Portugal,
por razones políticas y religiosas, estuvieron de lado de la Contrarreforma y
opuestas al espíritu moderno y sus cambios.
En Lima, ya que la Real Audiencia de Quito, que pertenecía al
Virreinato del Perú, se escribían obras, que de alguna forma reflejan, el
pensamiento racionalista, o su concepción contraria.
Como lo reflejan tres obras escritas en Lima en el siglo XVII, las que realizan la
defensa de la vida intelectual americana frente a Europa, y que quieren
demostrar la capacidad de los americanos para escribir obras que reflejan el
desarrollo del pensamiento y su inserción en las corrientes de carácter
universal.
Esta situación se trasluce en
dos libros de lógica, escritos por los peruanos Jerónimo de Valera (Lima) y
Juan de Espinosa Medrano, "el Lunarejo" (Cuzco) y una obra de
teología por el chileno Alfonso Briceño (Lima).
En estos
escritos se incluyen los prefacios de los autores Valera y Espinosa, un encomio
de Briceño por Pedro de Ortega Sotomayor, profesor de teología, canciller de la
Universidad de San Marcos y obispo del Cuzco y de otras diócesis, una
presentación de Espinosa dirigida al rey Carlos II, y recomendaciones de su
lógica por un portavoz anónimo del Colegio de Santo Tomás en Lima y por Ignacio
de Quesada, socio del maestro general de la orden dominica en Roma (1688. (En: A: \Walter Redmond PENSAMIENTO
FILOSOFICO PERU xvii.htm.
Estas obras defienden la capacidad que tienen en América las
personas instruidas, de acceder al conocimiento filosófico, y del poder de
razonamiento que tienen para proponer estudios con estas características. Esta
defensa se hace en respuesta a pensadores europeos, que continúan esgrimiendo
el argumento de la barbarie en América”. Como son muy elocuentes, estas obras
transcribimos fragmentos de ellas:
“...... Valera
inició el diálogo haciendo una pregunta irónica. Decidió publicar su lógica,
dijo, conciente de la competencia europea-- y a pesar de los molestos cínicos
que le susurraban:
¿algo
bueno puede venir de Nazaret-- o del Perú?
respondió:
poderoso
es Dios para hacer surgir hijos a Abraham de las piedras peruanas.
Afirmó que su larga experiencia de maestro le dio el derecho de
transmitir por escrito su comprensión de Juan Duns Escoto que él mismo había
ganado con tanto esfuerzo.
Justo Lipsio, promotor del estoicismo en la universidad de Lovaina,
había omitido San Marcos en su lista de las universidades no europeas y como si
eso fuera poco preguntó: "¿acaso iré al Nuevo Mundo donde no hay sino
barbarie?"
El denuesto movió a los peruanos a empuñar la pluma. Diego de León
Pinelo defendió a "el alma" de Lima en sus Notas Apologéticas, y
Espinosa Medrano se creyó "prácticamente obligado" a publicar su
lógica para demostrar que "Justo" no lo era. Reconoció que Valera también había sufrido este "prejuicio" y
adornó su pequeño diálogo con más detalles: cuando le preguntaron al lógico
escotista "más de una vez" si algo bueno podía espe-rar-se de un
peruano, "al punto tuvo que" replicar que Dios podía con-ver-tir
hasta las piedras peruanas en hijos de Abraham. Espinosa dedicó su obra de lógica a su patrón español "con las
pajas--pues ¿qué podría yo, un peruano, amontonar sino pajas?"
El Lunarejo quiso que se
mandara su obra "al otro mundo" para publicarse y tanto él como
Valera, dijeron que esperaban que sus obras fueran leídas en Europa y evaluadas
con imparcialidad. Inclusive las posibles erratas de imprenta les preocupaban,
a Espinosa porque los europeos podrían tomarlas por errores del autor, así
confirmando el prejuicio de la "barbarie americana".
“Por cierto, en la primera mitad del siglo XVII se deja ver una
impaciencia más general con los planteamientos tradicionales, y apareció dentro
de la escolástica una rebelión que corría pareja con los arranques de la
filosofía moderna. En efecto, el motivo principal que tuvo Espinosa para
publicar su lógica fue la refutación de estos "modernos"
escolásticos. Como discípulo de santo
Tomás desde su juventud, nos explicó, se propuso defender los "primeros
pioneros" de la filosofía contra estos "zorros". Sin embargo no se oponía al cam-bio como tal;
si rechazó algunas tesis de los modernos lo hizo... “(en: A:\Walter Redmond
PENSAMIENTO FILOSOFICO PERU XVII.htm)
Los pensadores en las
colonias, estaban conscientes de que la filosofía no consiste solo en acceder
al pensamiento europeo, para tamizarlo de acuerdo a las condiciones y realidad
de América, sino que se propusieron trabajar en el desarrollo primario del
saber filosófico, y por tanto se encuadraban como "escolásticos
menores". Su intento era el de buscar el reconocimiento de los pensadores
europeos.
Para lograr dicho
reconocimiento, estos filósofos coloniales, demostraban su acceso a fuentes
principales del conocimiento y saber filosófico, tal el caso de Espinosa
Medrano, que citó a 300 autores filósofos en su lógica, de los cuales:
“... la
cuarta parte son griegos, romanos, patrísticos o islámicos, otro cuarto son
medievales y renacentistas, un quinto son escolásticos del siglo xvi y no menos
que la tercera parte son colegas de su propio siglo xvii-- en verdad citó más
obras de su propio siglo que de cualquier otro, inclusive quince publicadas en
Europa después de su nacimiento (alrededor de 1632) y cinco después de 1650...”
(En: A:\Walter Redmond PENSAMIENTO FILOSOFICO PERU XVII.htm)
Las reflexiones que hacían los moradores de la Real Audiencia
de Quito, están relacionadas con el estudio de la teología, el misticismo, la
moral religiosa, la enseñanza de las artes, le lengua española y latina, la
polémica. La mayoría de las obras conforme era moda en ese tiempo, se
escribieron en latín, ya que se consideraba a esta lengua como culta. La
mayoría de autores pertenecían al clero, especialmente a los jesuitas.
En sus obras los escritores de la
Real Audiencia:
“…no
presentan un solo afecto por la patria, una sola idea de que pensaban en ser
algo más de lo que eran, alguna disposición a mancomunarse, igualarse,
fraternizar con cuantos pertenecen a la familia humana, la culpa no estaba en ellos
sino en su condición de colonos, en no hallarse rejidos por leyes y magistrados
propios. Si en la mayor parte de las producciones literarias de los colonos
predomina el entusiasmo o sentimiento religioso, si es manifestada su tendencia
a estar siempre tratando de la vida espiritual i contemplativa, casi no más que
de la mística, tampoco es suya la culpa sino de su tiempo i del gobierno
exageradamente devoto a que estaban sometidos los colonos. (Cevallos, 1870,
Pág. 359).
Los
estudios de Filosofía no estuvieron nunca florecientes, pues, aunque las
enseñanzas eran prolijas, de ordinario se hacían con poco aprovechamiento y de
una manera casi rutinaria; así que, en la historia de las ciencias filosóficas
en el Ecuador, no se puede presentar ni un solo autor eminente durante la época
colonial. El sistema que se enseñaba era siempre el escolástico, aunque no
faltaron profesores jesuitas que se manifestaran instruidos en el sistema
cartesiano y afectos a sus principios; pero como sistema de Filosofía el
cartesianismo no se enseño magistralmente en los colegios de Quito. (González
Suárez, 1970, Pág. 319).
Como
consecuencia de la Rebelión de las Alcabalas de 1592 que planteo la idea de la
liberación de España y de la implantación de un gobierno local y propio, la
Real Audiencia de Quito fue tremendamente castigada por la corona española a
través del Virreinato del Perú, mediante prohibiciones que se ensañaron con el
comercio, prohibiendo el negocio de productos quiteños con otras regiones de la
colonia, deteniendo aún más la presencia de criollos y mestizos en la
administración estatal, continuando con el despojo de las tierras indígenas e
intensificando la explotación de su mano de obra, que no permitió más
conocimiento ni acceso a la cultura que el que proporcionaban las ordenes
religiosas, causó el retraso en el
desarrollo de la cultura y del pensamiento.
En el siglo
XVII, el grueso de la población en Quito, no tenía acceso a la cultura ni a la
instrucción pública, por lo que la sociedad vegeta dentro de la ignorancia, no
pudiendo acceder a las fuentes principales del conocimiento de avanzada de
Europa, que se generó sobre todo fuera de los límites territoriales de la
conservadora y fanática España. Los únicos conocimientos que se daban estaban
relacionados en el mejor de los casos con cátedras de filosofía, que cultivaba la:
“…filosofía jenitiva del
ergotismo peripatético de entonces i enseñada en latín; i otras de teolojía,
canónes i jurisprudencia, dirijidas casi todas por eclesiásticos, seculares o
regulares, pues no fue al gobierno sino a los sacerdotes a quienes los pueblos
de la presidencia debieron las primeras luces. Enseñada la filosofía conforme a
la escuela que entonces dominaba el mundo intelectual, escuela en la que
llegaron a plantearse las doctrinas de Santo Tomás de Aquino, i doctrinas más
bien consagradas a la moral i al ascetismo, que al examen de la naturaleza de
las cosas, i corrompidas por las sectas escolásticas, o la ignorancia de los
profesores; no era de esperarse, como sucedió que tal escuela arrojase alguna luz
en la presidencia, cuando la Europa andaba entonces entre tinieblas.
Aristóteles, el hombre de mayor ingenio entre los antiguos, o no había sido
comprendido por los que enseñan sus doctrinas, o habían sido estas mal
interpretadas y torcidas, ya que toda su filosofía se hacía consistir en un
juego de voces ni distinciones, que lejos de alumbrar el entendimiento, lo
oscurecían con tantas sutilezas.
Añádase a esto que cuando ya se difundieron las luces en
Europa, se prohibió la enseñanza de la filosofía moderna bajo penas bien
severas, i se comprenderá el atraso en que vegetaron nuestros padres, no ya tan
solo durante los primeros cien años que hemos señalado, sino por casi todo el
tiempo que se mantuvieron en pupilaje...” (Cevallos, 1870, Pág. 57).
Por esa
razón los aportes de Bacon, Descartes, Leibniz, Locke no fueron introducidos
con amplitud en las colonias, sus obras llegaban en el mejor de los casos de
contrabando, burlando los controles del santo índice, ya que se estimaba que
sus nuevos postulados relacionados con el cultivo y el conocimiento de la
razón, podían destruir todos los dogmas de la religión. Se prohibió la
introducción de libros que tuvieran indicios de ser contarios al culto y a la
autoridad colonial, la enseñanza se entregó completamente al clero, que
fanáticamente se empeñaba en discusiones silogísticas y en su apego irrestricto
a los dogmas, reducidos al estudio de la liturgia, de ciertos aspectos de la
teología dogmática y del derecho canónico, de la moral concebida en los rigores
del ascetismo, y en el amor y respeto a la autoridad del rey.
Sin
embargo, estudios filosóficos de autores recientes, van más allá de esta
interpretación de los historiadores del siglo XIX, para trazar nuevos postulados,
relacionados no-solo con la existencia de las teorías escolásticas explicitadas, sino que afirman la presencia
de un nuevo tipo de pensamiento como el del humanismo hispanoamericano, como
los esbozados por Arturo Andrés Roig, en su artículo: “ Momentos y corrientes
del pensamiento humanista durante la colonia hispanoamericana: Renacimiento,
Barroco e Ilustración “. (En: pensamiento humanista.pdf).
Según Roig, el establecimiento de las corrientes del pensamiento
humanista durante la colonia: Renacimiento, Barroco e Ilustración, condicionan
el surgimiento de tres momentos asociados como: el HUMANISMO PATERNALISTA, EL HUMANISMO
AMBIGUO Y, EL HUMANISMO EMERGENTE.
Los que son producto del trabajo de
los intelectuales de América, que trataron de explicar el desarrollo del pensamiento
desde la óptica de su concreta realidad social, reconociendo las formas del
hetero-reconocimiento o del
auto-reconocimiento. Por lo que se ubica al desarrollo americano en
relación con los procesos generados por las corrientes de pensamiento
occidentales, pero estas manifestaciones del pensamiento humanista conservan
los rasgos propios de sus identidades locales, así como la característica de
ser un sujeto histórico concreto que se reconoce a sí mismo en su propia
humanidad, con su especificidad y que tiene en cuenta su propia realidad
social, económica y política.
El Renacimiento europeo, influencia en las manifestaciones estéticas,
existiendo una concordancia entre
humanismo y arte, lo
estético fue incorporado por el humanismo mediante la elaboración de un
lenguaje que es lo que lo caracteriza esencialmente.
Al igual que en Europa, el proceso de
producción artística está condicionado por los factores de desarrollo sociales,
económicos y culturales que los forjan y los caracterizan, determinando sus
especificidades.
De igual forma la obra de arte, así
como las manifestaciones del pensamiento cumplen una función social, reflejan
la situación de un contexto definido, emplean unos recursos teóricos
establecidos, se desarrollan en un espacio y tienen un proceso de creación.
En América
el proceso de conquista y colonización, así como el siglo de su
materialización histórica definen el marco de relaciones entre España y sus
colonias, de esta forma se definen: la “primera conquista”, que coincide con el
desarrollo del humanismo renacentista, que se dio con los gobernantes de la
Casa de Austria, en las que en sus condicionantes de desarrollo prevalecían las
de modo feudal; la “segunda conquista”,
implementada por el gobierno borbónico,
que estructuro un estado centralizado, obteniendo mayor eficacia en la
explotación de los recursos americanos, bloqueando la relativa autonomía de los
centros coloniales, poniendo fin a las
autonomías relativas, reforzando el poder imperial.
A) EL HUMANISMO PATERNALISTA, se manifiesta a mediados del siglo XVI y
primeras décadas del XVII, que se origino como consecuencia de las guerras de conquista que fue
denunciado por el mismo hombre europeo tanto en América como en España.
“... Frente a la masa de conquistadores movidos
por un ansia incontenible de riquezas, satisfecha mediante las formas más
crueles de inhumanidad, se levantó la voz de algunos sacerdotes que sintieron
la necesidad de asegurar las bases sociales indispensables para alcanzar una
evangelización pacífica.
No hubiera
sido el pensamiento de estos hombres un verdadero humanismo si tan sólo
hubieran estado movidos por un sentimiento filantrópico. A más de esta actitud,
se desarrolló en ellos una forma de heterorreconocimiento de la humanidad
indígena que se sustentaba sobre una exigencia de conservación de formas de
vida autónoma de la población conquistada. Precisamente ha sido uno de los
caracteres del pensamiento humanista del Renacimiento europeo, la tesis de que
todo individuo podía cumplir con sus deberes hacia Dios y hacia el prójimo
desarrollando sus propias facultades físicas e intelectuales de las que había
sido dotado por la naturaleza. Más, no se trataba de facultades tomadas desde
el abstracto, sino que se las reconocía en el modo histórico en que habían sido
desarrolladas. Y la prueba más evidente e irrefutable del ejercicio de ellas
estaba en el hecho de la posesión de un lenguaje, y en el sistema de relaciones
sociales y económicas que aquel lenguaje expresaba. Y si bien esta apertura se
encontró en todo momento frenada por el inevitable europeo centrismo que rigió
el criterio de valoración de las costumbres de las poblaciones americanas, no
llegó a cerrarse hasta el extremo de no reconocer hábitos, tradiciones culturales
y formas de organización política que aun cuando extraños, no violaban lo que
se entendía que derivaba de los principios de una “razón natural”. La virtud
surgida de aquella razón podía darse en todos los hombres, en cuanto tales, y
nada de lo humano podía ser ajeno al cristianismo. Lógicamente esas nuevas
criaturas debían ser evangelizadas y las relaciones entre quienes portaban las
verdades desconocidas del Evangelio y los neófitos, se dieron bajo la figura
“padre-hijo” con la que se pretendió desplazar la vigencia de la otra, la
generalizada e imperante, la de “amo-esclavo”..... “(En:
pensamiento humanista.pdf. Pág. 9).
Su principal manifestación se dio en
la tesis lascasiana de la restitución de lo robado, como asimismo de todos los
proyectos utópicos de organización autónoma con las que se creyó aproximarse a
los ideales de una sociedad humana perfecta.
Pero este proyecto utópico recibió la
enconada y feroz oposición de los conquistadores, y demás usufructuarios del
poder colonial, que lejos de beneficiar a la población indígena, incrementaron
aún más su sobre explotación.
Quienes difundieron en Quito, los
ideales humanistas, en un primer tiempo fueron los sacerdotes flamencos, que
eran por vocación y preparación humanistas renacentistas, y algunos misioneros,
que crearon avanzadas evangélicas en territorios sobre todo del oriente, pero
que terminaron siendo controlados por el aparato ideológico de la iglesia, e incorporados
a las instancias del poder colonial.
Esta tendencia causa la apertura y
fomento de escuelas artesanales dirigidas a
la población indígena, para
prepararles su inserción al sistema de dominación colonial, como mano de obra
calificada, y en las que se crearon las primeras cátedras de lenguas
americanas, como mejor forma para incorporarles al proceso de
evangelización.
En Quito se muestran representaciones
del pensamiento escolástico sumamente pobres, reveladas en las cátedras
universitarias en las que surge el escolasticismo, se forman a fines del siglo
XVI y primeras décadas del XVII.
Pero en estos centros práctica la “crítica” característica de la
filología renacentista, puesta de manifiesto en la consecución del
trilinguismo: latín, español, quichua; razón por la que se escriben tratados
como la Gramática quichua de Fray Domingo Santo Tomás (1551).
A pesar de que
imperaba la escolástica, se da lugar la “crítica”, cultivada por los
“aristotélicos independientes”, y que permitirán el desarrollo del humanismo
barroco, y la implementación de la ciencia de carácter experimental.
Pero que importancia tenían las
escuelas artesanales, dentro del contexto del pensamiento humanista, que
aproximó a la ratio desde el verbum, hecho que
genero la revalorización del ser humano como artífice, por lo que el
Renacimiento emprendió la búsqueda del
valor espiritual y humano de la artesanía, por parte de un hombre que se
auto-identificaba en sus obras.
El saber y la maestría de hacer mediante el cultivo del arte fue la
idea prevaleciente de las manifestaciones humanas,
“…. el artista debía
ser básicamente y antes que artista, artesano; el artesano debía alcanzar a su
vez, el nivel de lo artístico; el humanista filólogo, era a su modo también un
artesano, en cuanto poseía el secreto de aquella “crítica” que era la forma de
artesanía indispensable para la verdadera lectura del Evangelio, de los padres
de la Iglesia, de Cicerón o de Quintiliano. La palabra misma, dentro de los
ideales del saber retórico renovado, se presentaba apoyada en lo que bien
podemos considerar la técnica artesanal necesaria, previa al discurso. Con
magistral artesanía, para la época,
construyó Fray Domingo de Santo Tomás su gramática quichua, para hacer
posible el discurso indígena dentro de los ideales de una nueva lengua
sacerdotal, tan noble para él como el latín e inclusive, más noble que el
castellano, en la medida que, asombrosamente, se aproximaba más por su
estructura a la lengua del Lacio que la de Castilla... ” (En:
pensamiento humanista.pdf. Pág. 11).
Dentro
del que Roig llama como textos típicos del humanismo paternal, se podrían
encuadrar, las obras: el” Itinerario para párrocos de indios “, de Alonso de la
Peña y Montenegro, del año 1648 y, el “Gobierno eclesiástico pacífico “de Fray
Gaspar de Villarroel, en 1657. Este último fue arzobispo de Santiago de Chile,
después de Arequipa, y por último de Charcas, escribió otra obra, “Los dos
cuchillos “, en la que habla de los dos poderes: de la iglesia y, de la
monarquía, la que fue considerada como un tratado sobre el sistema colonial
español. Juan de Solórzano y Pereira, escribe su obra “Política
Indiana” que data de 1648, este autor trabaja dentro de los ideales del
lascasismo reformado.
Como un humanismo cristiano, se puede
considerar al misticismo, que influencio en el surgimiento de la experiencia
mística, como fenómeno típico de la vida religiosa ciudadana, Las obras
místicas están ligadas al estilo de Fray Luis de León o las formas manieristas
según unos, o barrocas, según otros, de Sor Juana Inés de la Cruz, o en los
discursos quiteños, de Fray José de Maldonado, y en Sor Gertrudes de San
Ildefonso, fallecida en 1709.
Siguiendo
el análisis de Roig, surge:
B) EL
HUMANISMO AMBIGUO
Que se origina hacia 1650, cuando
como resultado de la consolidación del sistema de apropiación de las tierras
por parte de los criollos, se conforma un nuevo sujeto histórico, en el que el
sujeto expresivo reconocido y el sujeto que lo reconoce son uno mismo, que
trata de asumir el control del poder de una sociedad que había colocado en
plano opresivo a los indígenas, que fueron sujeto del humanismo paternalista, y
que comenzó a ser desplazada por la afirmación de humanidad de un nuevo hombre,
el del nacido en América.
Este hecho
tiene relación directa con los momentos de autor- reconocimiento y de
autoafirmación de este hombre, condicionaran el surgimiento del humanismo
barroco y del ilustrado.
Durante la segunda mitad del siglo XVII, se forma un nuevo sujeto
histórico que jugó ambiguamente con las formas del ocultamiento y la manifestación, y que asimilo las
expresiones ciudadanas del humanismo renacentista.
Esta época del barroco fue una etapa
de contrastes violentos. La ciudad se distanció de la campiña, que perdió toda
forma de autonomía; y que estuvo marcada por el paulatino y silencioso al
principio enfrentamiento entre los “americanos”, que buscaban afirmarse en el
control de sus propias tierras y, los “europeos” que trataban de mantener
incólume el poder colonial de España.
En esta lucha, empiezan a participar
los mestizos, que se comprometen con los terratenientes criollos, en demanda de
participación política. Esto trajo como consecuencia, la exacerbación de los
métodos de control colonial, expresados en la rigidez del sistema de castas,
que definió la exclusión de los criollos y de los mestizos, razón por la que pasarán
a convertirse paulatinamente en actores principales de los proyectos de
emancipación política, que se darán con fuerza en el siglo XVIII.
Sin embargo el proceso de desarrollo
de la ciudad colonial siguió el diseño del monumentalismo religioso, que configuró
el urbanismo quiteño, en función de la relación plazas y templos, que se acuño
en el siglo pasado, mientras se acentuaba la miseria de la plebe ciudadana,
indígena, mestiza y blanca, que
discrepaba con la magnificencia y pompa de los templos; y con el lujo de
las casas de familia señoriales, que desde el siglo XVII eran expresión del
poder económico de los peninsulares, aunque en la ciudad hacían presencia las
no menos lujosas residencias de los criollos ricos, pero las que comparadas con
las edificaciones religiosas no pasaban de ser modestas.
En las ordenes religiosas, continuaba
el enfrentamiento entre criollos y europeos, ya que no se respetaba la denominada “ley de la alternativa”,
conseguida por los americanos para tratar de terminar con el poder omnímodo de
los europeos en las distintas instancias del poder eclesiástico.
En las ciudades cobraba fuerza la
figura del artesano mestizo, que desplazo al
artesano indígena, que provenía de la plebe, y que fue asociado al
desarrollo de la ciudad monumental y ostentosa.
Estos eran discrepancias violentas de
una ciudad colonial que se configuraba socialmente pero en la que la
organización jerarquizada del espacio se consideraba como inamovible, pero en la que la organización
ideológica y política del Cabildo y de la Real Audiencia y de la cúspide de la
sociedad quiteña, habían logrado que el pueblo llano, artesanos indios y
mestizos participen del imaginario de un orden, en el que se encontraba
ilusamente la participación de todos los estratos, y que obedecían a la fuerza
integradora de la iglesia, mediante un fuerte sentido religioso ritualista.
Dentro de este imaginario, la
percepción del lejano pero todo poderoso monarca español, significaba más que
el odio a los que practicaban en América de manera inmisericorde su poder, adquiría un simbolismo casi mítico, en la que la noción de ciudadano
de la etapa del humanismo ilustrado, el nuevo sujeto del discurso humanista se
sentía orgulloso de ser vasallo del Imperio, pero con la pretensión de gozar de
un lugar dentro del régimen de centralización aceptado.
C) EL
HUMANISMO EMERGENTE
El reinado de los borbones significa
para América, mayor dependencia de la metrópoli, lo que ahondo la crisis
económica en las colonias, que afecto en muchos casos hasta a las clases
privilegiadas, mientras que las bajas vivían en una misérrima situación.
Esta condición sumada a la orden de
aumentar la carga tributaria mediante el establecimiento de nuevos estancos en
la ciudad de Quito, provoca la rebelión de 1765, que fue por su composición un
levantamiento criollo-mestizo.
Se crea un nuevo sistema de
explotación de la tierra al configurarse de lo que será la hacienda, por lo que
el antiguo sistema de control de la población campesina, de la reducción y la
encomienda fue sustituido por la organización de parroquias dependientes del
gobierno eclesiástico secular.
La expropiación de las tierras de
comunidad, el nuevo sistema de
“concertaje”,
el remate de los llamados “obrajes de
comunidad”, sentó las bases para terminar
la autonomía relativa de los pueblos indígenas.
El enfrentamiento entre criollos y
españoles se profundizó, se acentuaron
las contradicciones entre la ciudad y el campo, entre el vasallo
privilegiado que pertenecía al centro de poder y sus aliados mestizos, que se
confrontaban al vasallo servil, al
indígena.
Como expresión de esta situación
general comenzaría a tomar cuerpo en la segunda mitad del siglo XVIII una nueva
formulación del pensamiento humanista.
“ ....... El
sujeto que le dio forma no era sin embargo el mismo. Lógicamente la
aristocracia terrateniente criolla mantuvo la hegemonía en el nuevo proceso,
pero a su lado se había consolidado otro tipo de hombre como consecuencia del
fenómeno de ascenso social que se había mantenido de forma constante. En
efecto, el mestizo había logrado romper barreras sociales y se había
incorporado en el mundo de las profesiones tanto civiles como eclesiásticas.
Provenía
este tipo humano generalmente de los grupos artesanales ciudadanos, aquellos
que en la etapa del barroco habían reemplazado a los artesanos indígenas de la
primitiva etapa renacentista. Siempre el sujeto del discurso humanista sería
eminentemente ciudadano, como sucedió en la época del barroco, pero ahora su
discurso dejará de moverse dentro de los términos de la ambigüedad, para pasar
a formas expresivas directas. De ahí que el nuevo humanismo se nos presente
como manifestación emergente y surja una formulación del saber retórico de
distinto signo. “(En: pensamiento humanista.pdf. Pág. 15-17).
EL
ARTE EN LA REAL AUDIENCIA DEL SIGLO XVII
Una vez
analizados la sociedad y el contexto cultural de la Real Audiencia de Quito,
trataremos sobre el desarrollo del arte quiteño, que tanta aceptación y fama
alcanzo fuera de sus fronteras.
LA PINTURA QUITEÑA DEL SIGLO XVII
INFLUENCIA DEL MANIERISMO
El arte quiteño de fines del
siglo XVI, recibe las influencias directas del manierismo que se formó con la llegada a
América de pintores italianos y por
intermedio de grabados flamencos e hispano – flamencos.
Debido a la demanda de obras
de arte para las instaladas colonias, en el primer tercio del siglo XVII, se
reciben importantes remesas de pintura provenientes de Sevilla, Madrid, Flandes
e Italia, que ingresan por el puerto del Callao. Entre ellas se hallan las de:
Francisco Pacheco, Lusi Tristán, Herrera el “Viejo “, Juan de Uceda, Juan del
Castillo, Francisco de Zurbarán, Miguel Güedes, Francisco Varela, Alonso Cano,
Gaspar de Ribas, Pablo Legot, Bernabé de Ayala, Francisco y Miguel Polanco,
etc.
La pintura quiteña, se nutre
de la influencia manierista, introducida a América del Sur, por italianos entre
los cuales mencionamos al jesuita Bernardo Bitti que llega a Lima alrededor de
1575, Mateo Pérez de Alesio y Angelino Medoro que ingresan a América entre
1588-1599.
La influencia italiana, así
como la española se sentirá fuertemente hasta mediados del siglo XVII, y
fortalecerá la formación de las escuelas que surgieron en Quito, Lima, Cusco;
de España, en especial la obra de Zurbarán, generará seguidores de su estilo,
que realizarán sus composiciones siguiendo el realismo, el uso del claroscuro.
Bernardo Bitti es el pintor
que más importancia alcanza en América del Sur en el siglo XVI y a principios
del XVII. Llego a Lima en 1575, cuando era joven frisaba los 28 años y murió en
la misma ciudad en 1610.
En su pintura realiza
personajes idealizados que son proporcionadamente estructurados, los que con su
manera de representación recuerdan a Miguel Ángel.
La Virgen es encarnada con el
rostro que expresa una dulzura serena, que son como los de las concebidas por
Rafael.
El colorido juega con los
matices, contrapone sombras verdes sobre paños ocres, es abundante el verde y
azul.
La pintura colonial sigue en
su fundamental parte sirviendo al culto y a la fe, por lo que se hacen lienzos
con temas relacionados con temas del Nuevo y del Viejo Testamento, por eso se
hacen series de apóstoles, profetas, arcángeles, así como de vidas de santos,
advocaciones locales de la Virgen María, la Pasión y Muerte de Jesucristo.
La presencia de la influencia
española se ve enriquecida, dada la incorporación del sentido de lo dramático,
el apego al éxtasis y misticismo religioso, con marcado realismo en los
rostros.
Se ha afirmado la presencia
de verdaderas Escuelas en América, las que alcanzan ese sitial son: Cusco,
México, Santa Fe de Bogota, Puebla. En análisis de configuración están la
Escuela de Quito, y la Escuela de Lima, de las que no existen estudios
específicos, que demuestren esta pertenencia.
Que es lo que define el
carácter de una Escuela,
“..... toda escuela para ser reconocida como tal, tiene unos rasgos peculiares que la hacen
fácilmente identificables; esos rasgos o formas suelen transmitirse a través de
generaciones y ofrecen continuidades y preferencias por temas, tratamientos de
espacios, canon de figuras, color, luz, materiales y técnicas...” / “Las diferencias y no los parecidos, son en
realidad lo que las obras de arte sean originales y expresen los gustos
estéticos de una población y de una época. “(Jorge Bernales Ballesteros, En:
Pintura en el Virreinato del Perú, “2002, Págs. 49, 51.
EL
BARROCO
La influencia de este estilo
encontrara ya entrado el siglo XVII, una veta fértil y fecunda en América, que
traslada a este continente, es un arte que estéticamente simboliza el triunfo
de la monarquía absoluta en Francia, y el triunfo de la iglesia católica sobre
la protestante, debido a eso usa materiales nobles: oro, plata, mármol, que usa
recursos visuales extremos como el sentido de lo trágico para impactar en los
sentidos como los cuerpos llenos de llagas, heridas, moretones; usa formas
pomposas, llenas de ornamentos, el juego de la curva y de contra curvas, el
horror al vacío.
Los artistas quiteños, gradualmente pondrán en
práctica las diferencias estilísticas del barroco, que recurren a plasmar en
sus obras, sobre todo el efecto natural del sufrimiento que se simboliza en los
rostros, en las sangrantes llagas, en las cabezas y miembros del cuerpo
cercenados.
Sin
embargo, se enriquece extraordinariamente la decoración interior de templos,
salas capitulares, por lo que abundan los motivos ornamentales, en los frisos,
los zócalos, las hornacinas, las alegorías.
FRAY PEDRO BEDON
Uno de los pintores quiteños,
que transita entre el siglo XVI y el XVII, y que refleja las características
postreras del manierismo, y del empuje del nuevo estilo, del barroco, es Fray
Pedro Bedón.
Nació en Quito en 1556, su
vocación religiosa le empuja ingresar a la Orden Dominicana, estudia Teología,
y Filosofía. En 1577 viajó a Lima para proseguir estudios en la
universidad, en donde se ordena como
sacerdote, regresa a Quito en 1587.
Tempranamente manifestó su
interés por el cultivo de la Pintura, su
estancia en Lima le sirvió para conocer la obra de Bernardo Bitti pintor
italiano.
Bedón luego de su regreso
a Quito reorganizó la Cofradía del
Rosario y abrió una escuela artesanal en 1563, emulando a la de los
franciscanos. En la página titular del Libro de Registro de la Cofradía del
Rosario, abierto en 1588, que tenía como título: “Libro de la Cofradía del
precioso Rosario de la purísima Virgen María, Madre de Dios y esperanza nuestra, donde para mayor orden
se asientan los cofrades naturales y algunos españoles y criollos “, en el que
retrato a la Virgen con la cabeza inclinada, típica de las obras de Bitti.
El padre Bedón pretende a
través de la Cofradía y de la Escuela Artesanal integrar a representantes de
distintas clases sociales, españoles, mestizos e indios, los que en su mayoría
procedían de la Escuela San Juan Evangelista.
Para explicar la forma de
enseñanza en la Escuela Artesanal, Fray Pedro Bedón, se escribe en el texto de
las Actas del Capítulo Provincial de 1598:
“Tres cosas son necesarias para el que quiera tener un conocimiento
perfecto de un asunto: a saber: el arte, el ejercicio, y la imitación. El arte-
teoría, para enseñar las reglas y orientaciones; el ejercicio para adquirir la
habilidad práctica, y la imitación, para tener a la vista los modelos. Esto
aparece claro en un pintor perito, el cual, para adquirir a perfección su arte,
necesita en primer lugar, conocer las reglas generales de la pintura y la
proporción que debe guardarse en la mezcla de colores para obtener los
apropiados a las imágenes que se quiere pintar; en segundo lugar, el ejercicio,
porque si no se lo práctica, nunca se llegará a pintar; en tercer lugar, los
modelos acabados, en los cuales se puede advertir el ejercicio de las reglas “.
(Fray María Vargas, en: Arte Ecuatoriano, Tomo II, Salvat Editores S.A., 1976,
Pág. 92-93).
En 1600, el multifacético
Pedro Bedón, dirige la construcción de la iglesia y de los claustros del
Convento y Monasterio de la Recoleta de la Peña de Francia, que haciendo honor
a su nombre fue levantado en el entonces extremo sur del Quito colonial.
En ese convento, en el
claustro realiza una serie de obras como la serie sobre la vida del Beato
Enrique Susón. En la pared del descanso pinto una imagen de la Virgen María, a
la que popularmente se la llamó la “Virgen de la Escalera “, la que en 1909 fue
traslapada y llevada a la Capilla del Rosario en el Convento de Santo Domingo.
En el Hospital junto a la
puerta de la iglesia pinto en la pared la representación de la Virgen del
Rosario con Santo Domingo y San Francisco a sus pies, que se traslado a la
Capilla del Hospital.
Fue autor también de la
Virgen de la Borradora, que se la venera en la Parroquia de San Roque.
Construyo en 1594 la Capilla
del Rosario y es autor de las pinturas del refectorio de ese Convento. Por su
apoyo a la rebelión de las Alcabalas, fue ordenado desplazarse a Bogotá.
En las cercanías de la actual
ciudad de Ipiales, en la hoy Colombia, pinto a la Virgen de las Lajas, sobre
piedra, en el santuario del mismo nombre.
HERNANDO
DELA CRUZ (1592- 1646)
Es
otro de los destacados pintores del siglo XVII, nace en Panamá, sus apellidos
eran de La Vega y Ribera.
En Lima aprende pintura,
ciudad en la que se conservan algunos de sus primeros lienzos, posteriormente
viaja a Quito, en donde se radica.
En esta ciudad ingresa en
1626 a la orden de la Compañía de Jesús, tomando el nombre de Hernando de la
Cruz.
De su tránsito por la Iglesia
de la Compañía, existen crónicas que revelan su obra, en 1650, en la relación
de Rodríguez de Ocampo de 1650, expone que: “fue superior en la Pintura, como
se ve en los lienzos y cuadros de la Iglesia de la Compañía.
El
padre Morán de Buitrón en 1696, describe parte de la actuación de Hernando de
la Cruz:
“... sus superiores le ocuparon en el ejercicio de
pintar, a que acudió con toda prontitud y gusto. Era primoroso en este arte, y
cuando dibujaba el pincel en el lienzo, lo ideaba antes en la meditación y
oración. A su trabajo se deben todos los lienzos que adornan la iglesia, los
tránsitos, y aposentos. Enseñaba a pintar a algunos seglares.....entre ellos un
indio que después fue religioso de San Francisco. Pintó dos lienzos muy grandes
que están debajo del coro de nuestra iglesia, el uno del infierno y otro de la
resurrección de los predestinados, que son como predicadores elocuentes y
eficaces que han causado mucho bien y obrado muchas conversiones “( Fray María
Vargas, en: Arte Ecuatoriano, Tomo II, Salvat Editores S.A., 1976, Pág. 97).
Otro testimonio del padre
Mercado, que data de 1650 indica que los lienzos del Juicio Final y del Infierno, Hernando de la
Cruz los pinto con fin moralizador, y que promovió el culto de la Virgen, de
Dios y de los Santos; pinto también muchas representaciones de la muerte.
Este lienzo del Juicio y del
Infierno, seguramente obtuvo con éxito ese efecto conmovedor, que persiguen las
obras del barroco, y que tan bien ponen en práctica los enunciados tridentinos,
de evangelizar a través de las imágenes, donde a los pecadores les queman en
las terribles llamas del infierno, por si fuera poco les devoran unos monstruos
feroces, mientras horribles demonios les someten a terribles tormentos: les
hincan tridentes y espadas en el cuerpo y cabeza, les tienden en tableros con
púas que les atraviesan el cuerpo, mientras otro demonio le ajusta una faja y
le introduce en el vientre una filuda vara, mientras que un diablo le vierte
oro hirviendo en la boca, a otros pecadores les quiebran los huesos inmensas
serpientes, al fondo estructuras arquitectónicas semi derruidas parecen simbolizar el imperio de la muerte,
del terror, al que son sometidos los
pecadores para pagar con sus condenas.
En la sacristía y en las
pilastras de las naves laterales, representa escenas de la vida de la Virgen,
alegorías místicas, a San Juan Nepomuceno, al patrono de la Compañía- a San
Ignacio de Loyola, así como su muerte.
Destaca de entre ellas la de
San Ignacio revestido de sacerdote ofreciendo su corazón a la Santísima
Trinidad, se encuentra el santo en primer plano vestido con lujosa casulla con
brocado de hilos de oro y de piedras preciosas, que contrasta con una túnica de
lino blanco, esta arrodillado en trance de oración, la mano derecha colocada en
el corazón tiene los dedos ligeramente separados, su mano izquierda levantado
el codo delicadamente sostiene su corazón; su rostro delgado denota fervor religioso
y éxtasis, su cabeza y mirada están dirigidas al plano superior en donde la alegoría de la
trinidad le invita a tomar la eucaristía sagrada y a ascender hacia el señor.
Detrás del santo, de una pared en la que reina la oscuridad cerca de su mano
levantando el corazón al trasluz aparece la base de una columna griega. Delante
del santo colocada encima de una alfombra se halla un libro que simboliza la
doctrina cristiana. En el costado derecho, en una leve apertura se divisa la
vista de un paisaje.
MIGUEL
DE SANTIAGO (-1630-17O6)
A los veinte años recibe el
apoyo del Padre fray Basilio de Ribera, provincial de la orden de San Agustín,
que estaba empeñado en terminar la ambientación interior del convento de su
orden, para que el joven artista realice una serie de cuadros sobre la vida del
Santo Patrono de dicho convento.
La ejecución de esta obra,
comienza en 1656, para lo cual se le encarga basarse en los modelos de los
grabados de Schelte de Bolswert ( 1586-1659), los cuales debían de ser de gran
formato, 3.10 x 2.70 y enmarcarse en
molduras labradas y doradas, para ser colocadas en las paredes del claustro
bajo.
Miguel de Santiago no dibuja
previamente los modelos, sino que gracias a su habilidad en el dibujo y al ser
un excelente colorista, características que le dieron fama, los pinta
directamente, a los que define mediante firmes trazados, las líneas de cierre
están casi ausentes, lo que provoca la difuminación del color, por lo que una
figura se mezcla con la otra, creando un ambiente de vaporosidad que superpone
a personajes y objetos, entre los cuales se hallan árboles, los que son
escogidos del paisaje quiteño.
De
los grabados tomo una serie de elementos arquitectónicos, a los que los
interpretó adaptándolos a la realidad de las estructuras y colocándolos parte
del paisaje de Quito. Los que fueron plasmados en tonos gris café.
Había así mismo cantidad de
modelos de personajes, ataviados de distinta forma, colocados en los más
diversos lenguajes actitudinales y en variadas posturas, a San Agustín se lo
modelaba como una persona de aspecto varonil, vistiendo túnicas, o con la capa
pluvial y la mitra.
Los fondos de los cuadros
varían de acuerdo con el argumento narrativo expuesto. La mayoría se cubre con
un cielo blanco de ocre, con una capa de verde frío, con sobre posición de
nubes sombreadas. En la Trinidad, en la Virgen o cuando representa una visión y
una aparición los pinta de ocre amarillo claro.
A San Agustín lo representa
con su habito negro, cubierto con una capa pluvial, con cenefas doradas que
forman varias figuras, en ocre claro y oscuro, como flores estilizadas.
La composición responde a la
idea barroca del espacio, aglomera a personajes, fondos arquitectónicos,
paisajes de profundidad.
Los grabados eran hechos en
blanco y negro, razón por la que a sus lienzos les dotó de colores, no reales,
sino simbólicos adaptados al contexto argumental que era representado en el
cuadro. Esos colores los escogió de la gama de los que se observan en Quito,
los transformo en pinturas policromas y les incorporo partes del paisaje
quiteño, adueñándose de porciones de la realidad que lo rodeaba.
El último de los 16 lienzos,
es el más grande, pues tiene de dimensiones
8 x 6 m, en el se representa a la alegoría de la Regla, lienzo al que lo
termino en dos años. Lo distribuyó dividiéndolo en tres planos. En el del
centro o principal ubico al Santo sentado en una cátedra, mientras obispos y
fundadores de la orden agustiniana se hallan en los costados. Abajo en primer
plano ubica a miembros de órdenes religiosas que habían adoptado las reglas
agustinianas, pintados en diversidad de trajes, posturas y actitudes. En el
plano superior, destaca a coros de santos y santas, en la parte superior se
halla la Trinidad.
Los colores son graduados, al
igual que la luz, que arroja sus destellos al centro del lienzo en donde reina
el santo, la misma que va difuminándose hacia los costados izquierdo y derecho,
del centro la luz principal se distribuye hacia abajo; mientras que en el plano
superior, el claroscuro es más notorio, dejando zonas de mayor oscuridad hacia
la izquierda, un poco más luminosa al centro, y un tanto más tenue al costado
derecho, mientras que la zona de remate, donde se encuentra la Trinidad, es más
luminosa y colorida.
Miguel de Santiago dirigió
los trabajos de la serie sobre la vida de San Agustín, ya que pinto doce o
más, en los demás trabajaron Fray Alonso
de Vera de la Cruz, el pintor Carreño y el dorador Fernando Colorado.
En el Santuario de Guápulo,
en proceso de construcción en lo que se refiere a su tercera construcción desde 1649 hasta 1693, se rendía culto a la Virgen
de Guadalupe, imagen tallada por Diego de Ribera.
El doctor José de Herrera y
Cevallos convoca a artistas para que trabajen en la decoración del templo,
mismo que había sido construido por el arquitecto Fray Antonio Rodríguez, Juan Bautista Menacho realizaba los retablos,
que diseño el capitán Marcos Tomás Correa, y Miguel de Santiago recibió el
encargo de pintar una serie de cuadros.
Esta serie de lienzos debía
representar los milagros que la virgen quiteña, había realizado en nuestra
geografía. Por lo tanto, el pintor tuvo mayor oportunidad de usar su
conocimiento, ingenio, y destrezas técnicas para representar los milagros que
había realizado la divina Virgen en el territorio de Quito.
Por esta razón el artista no tenía modelos en que basarse,
por lo que empleo a fondo su capacidad, para interpretar los milagros, de los
cuales solo se conservaban relatos escritos.
Esta circunstancia, le
permitió apoderarse de partes de la realidad quiteña, la que es representada,
ya que marcaba y condicionaba el espacio en donde sucedieron los milagros, a las que las cubrió por una especie de bruma
tenue, para destacar que se trata de un hecho sobrenatural. De igual forma
trata a los fondos arquitectónicos, que tratan de caracterizar el contexto
quiteño de la obra.
Por esta razón hay autores
como el Padre Vargas, que le ubica a Miguel de Santiago, como el pionero del
paisajismo en el Ecuador, en el que dispone montañas, valles, árboles,
edificios y hombres de Quito. Pero dentro de esa noción de paisaje, encontramos
artificios, que le permiten al pintor, remarcar que se trata de la descripción
de milagros, los que son de orden sobre natural, razón por la que no se los
puede representar tal como son. Utiliza por ello, tonos dorados para destacar
la zona que corresponde al milagro. Sin embargo reproduce con absoluta
fidelidad la topografía y los edificios, los que realmente existieron en su
época, así como grafica a personajes reales, que vivieron y fueron
protagonistas de dichos eventos.
Tal el caso del milagro de la
vieja endemoniada, que llego cuando se celebraba la misa mayor, y cayo muerta,
pero después que se termino la misa, estaba curada y viva. En este cuadro, a
más de que pinta el contexto arquitectónico del templo, reproduce de forma fiel,
a personas de la sociedad quiteña de ese tiempo, deviniendo así en precursor de
la pintura historicista ecuatoriana.
Para el culto de la Virgen
del Quiche, pintó los cuadros relativos al nacimiento, Presentación
y Visitación de la Virgen, que fueron realizados interpretando un grabado que
consta en el Evangelicae Historiae imágenes, del padre Jerónimo Nadal, editada
en Amberes en 1593.
Para el Convento de San
Francisco hizo los cuadros que se encontraban en la portería, Fray Pedro
Pecador que en su mano derecha tiene una cruz mientras contempla a un ángel que
le extiende un vestido y, Fray Domingo
de Brieva que contempla a un desposeído tendido a sus pies y le ofrece un pan.
De temática religiosa son
muchas de sus obras, tales como el de la incorporación al culto de la imagen de
la Inmaculada Concepción, tema que es desarrollado por primera vez en Quito,
por Miguel de Santiago, una de ellas se halla en el convento de San Agustín.
Este lienzo es tratado por el
artista dentro de las características del barroco, en donde esta presente la
Virgen en movimiento, ya que se encuentra encima de una nube, un pie apoyado en
una luna decreciente que holla con su pie derecho, mientras que el izquierdo
abajo aplasta la cabeza de la serpiente. Para equilibrar esta dinamia la virgen
levanta ligeramente sus brazos, mientras que en su rostro se marca la serenidad
de la victoria ante el pecado. Al fondo como complemento iconográfico se
representan las alegorías marianas, ubicadas con escalonamiento de profundidad hacia el fondo. En el plano
superior izquierdo, entre las nubes se destaca la estrella de la mañana, la
escala y puerta del cielo.
Entre otros temas marianos,
trabaja en el de la Inmaculada Eucarística, realiza dos variantes, una que se
encuentra en el Museo de San Francisco, y otra en el Museo Municipal de la
ciudad de Quito. Tema que según el padre Vargas, es el aporte principal de
Miguel de Santiago a la Mariología universal, ya que presenta una nueva
concepción.
“Desde el
punto de vista pictórico, la composición se inscribe en un cono invertido. En
la parte superior, con las manos enlazadas y sedentes, figuran las Personas de
la Trinidad. La vista del Padre y del Hijo converge en el Espíritu Santo, en
cuyo seno descansa la cabeza de María
Inmaculada, cuyo talle vertical se halla sostenido por la luna, con ángeles que
la rodean. La Virgen sin mancilla sostiene con sus manos una custodia, cuyo
viril resplandeciente se apoya al corazón. Esta forma original de representar a
la Inmaculada Eucarística responde al saludo popular que aclama a María como
Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo y alaba al Santísimo
Sacramento y a María concebida sin pecado original. “(Fray María Margas, en:
Arte Ecuatoriano, Tomo II, Salvat Editores S.A., 1976, Pág. 111).
Realiza otra importante
serie, de ocho cuadros en el Convento de San Francisco, donde interpreta en
alegorías las verdades del Dogma y la Moral, las que son ordenadas por los
franciscanos para educar al pueblo religioso en estas verdades.
En la Catedral detrás del
coro pinta la Muerte de la Virgen, en los conventos del Tejar y de San Diego
realiza la representación de Cristo.
Otra de sus obras
monumentales es la de La Lanzas, interpretación del grabado que representa la
Rendición de Breda obra de Velázquez. Lienzo en el que demuestra su dominio de
la composición y de la técnica pictórica del barroco, desde el manejo de la
perspectiva que le permite distribuir la composición en varios planos,
artificio con el que puede conseguir efectos de distinta profundidad, en el
primer plano central coloca al marqués de Mantua, que en ademán de arrodillarse
agradece a la divina providencia por el triunfo sobre los moros, la luminosidad
y el colorido caracterizan a este personaje; al costado izquierdo va graduando
personajes y luz la que disminuye conforme avanza hacia el fondo, se destaca un
caballo visto desde el lado izquierdo, un jinete vestido con pesada armadura y
casco se inclina hacia el marqués, mientras otro cerca de la línea de cierre
del cuadro izquierdo y al medio, observa el desarrollo del combate, a su
alrededor y hacia el plano central se hallan decenas de largas lanzas, que dan
cuenta de la superioridad bélica de los hispanos; desde el plano central de
izquierda a derecha se advierte a jinetes que cabalgan a galope, en el
flanco derecho se repara a moros
colocados en penumbra que son aplastados por los corceles.
Una serie distinta y muy
interesante en la que se nota, otras cualidades técnicas del pintor, es la de
las Cuatro Estaciones, en los cuatro cuadros se destaca con maestría en el
dibujo, la composición y el fino colorido.
NICOLAS
JAVIER GORÍBAR
Hacia 1688 data la pintura
que fue destinada para un retablo, razón por la que su composición responde a
este particular, fue concebida y estructurada distribuida en calles y
cuerpos.
En el cuerpo inferior, se encuentran tres calles, la de la izquierda
representa a un músico tocando el órgano- motivo que se repite en la calle
derecha, así como en los costados respectivos del cuerpo superior-, en la calle
central representa a la Virgen del Pilar, en la base de este se encuentran
dispuestos los apóstoles; en el cuerpo
superior, en la calle central se simboliza el Tránsito de María, rodeada
de ángeles. En la parte inferior izquierda de este cuadro que se halla en el
Santuario de Guápulo, se halla la inscripción Fecit Goríbar, al otro extremo se
lee: Feliciter vivat.
En la iglesia de la Compañía
de Jesús pinta una serie de 16 cuadros, que ambientan las pilastras de la
iglesia. Representan a los cuatro Profetas Mayores y a los doce Menores, que
figuran en el Antiguo Testamento: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y Oseas.
Joel, Amos, Abadías, Jonás, Niqueas, Nahun, Habacuc. Sofonías, Ageo, Zacarías y
Malaquías.
Inspiración
para esta serie sirvió la Biblia Sacra, editada en Venecia por Nicolás Pezzana
en 1714.
La
composición debía guardar la tonalidad que impone, la retórica del hecho de la
profecía. La descripción de la vida del profeta se plasma en la parte inferior
al fondo del lienzo, que contrasta con la imagen del profeta colocado en el
primer plano central. Los colores de igual forma, responden al mensaje de las
profecías, por lo que alcanzan efectos de transparencia, aun cuando emplea
tonos oscuros y graves. A la mayoría de los profetas, los viste de túnica y
manto, que generalmente es de color rojo. La alegoría de la profecía se
encuadra en el ángulo superior de cada cuadro.
LA ESCULTURA EN LA REAL AUDIENCIA DE
QUITO EN EL SIGLO XVII
La tradición de la talla
peninsular que llega a América, proviene del cultivo de la escultura
policromada, que se da sobre todo en Valladolid, Sevilla, Murcia. Sus más
destacados representantes, cuya influencia de una u otra forma se nota en las
colonias americanas son: Gregorio Hernández en Castilla, Juan Martín Montañés,
Alonso Cano y Salcillo, Pedro de Mena en Andalucía, Juan de Oviedo.
Los temas principales que
predominan a fines del XVI y XVII y que influencian en el tratamiento de la
escultura son los relacionados con la contrición y el ascetismo, la meditación
sobre la muerte, los pasionarios en relieves para retablos o exentos, Cristo
Crucificado, Cristo con la Cruz a cuestas, Cristo Atado a la Columna, el Cristo
yacente, Cristo resucitado, el descendimiento de la cruz, el Niño Jesús en
postura de bendecir, varias advocaciones de la Virgen María, abunda también la
mas variada representación de los santos que son de devociones, como patronos
de gremios, cofradías, hermandades.
La
función de las esculturas policromadas, es la de contribuir al culto, como instrumento
de catequización. La policromía ayuda también a remarcar ese afán de impacto en
los sentidos que tiene el barroco, agudizar ese sentido de teatro sacro o
profano que impone este estilo, de ahí que las imágenes religiosas sobre todo
en las de devoción, la expresividad es un reto a conseguir por el escultor, que
plasma ya sea sentimientos de dolor profundo y abismal, ternura serena, que se
armonizan con la postura y el gesto, que son importantes para encontrar la
respuesta emotiva del espectador, que dada la carga de detalles y de sinuosidad
de las formas, ya que triunfa la línea curva desde la definición primaria del
esbozo en S hasta las formas volátiles de las telas y los vestidos, se
convierte en actor: que se horroriza, o enternece, de acuerdo con el mensaje
seleccionado por el autor.
El
marco temático que define el carácter iconográfico de la escultura y la
pintura, está dado por el Concilio de Trento, sobre todo el Decreto: “Acerca de
la invocación, la veneración y las reliquias de los santos y sobre las imágenes
sagradas”, de 3 y 4 de diciembre de 1563, cuando se trató sobre la escultura
religiosa.
Más
tarde, tendrá mucha repercusión en España y América: ”... el escrito del cardenal Gabrielle
Paleotti sobre el valor y uso de las imágenes sagradas y el buen uso que se
debía hacer de las profanas ( 1582); la
publicación de Paleotti es una de las muchas que proliferaron después del
Concilio, pero es quizá de las más claras y efectivas. En España el pintor y
tratadista Francisco Pacheco (1564-1644) se hace eco de esas recomendaciones y
las recoge en su largo magisterio artístico y en su obra postrera “Arte de la
Pintura”, la que en realidad es una síntesis de todas las inquietudes teóricas
de su tiempo, enciclopedia de iconografías y procedimientos técnicos de
escultura y pintura empleados en Sevilla y América desde la segunda mitad del
siglo XVI y durante la primera mitad del XVII. “(Jorge Bernales Ballesteros,
en: Escultura en el Perú, 1999, pág. 17.
Para
lograr esos efectos dramáticos, se tuvo que desarrollar unas técnicas bien
depuradas y trabajar con materiales muy bien seleccionados.
La
imaginería preciso del concurso de maderas que permitan el buen trabajo del
tallador así como su duración y decoración. Entre las principales clases de
maderas que se usaron en Quito, varía de acuerdo al lugar del que proviene: el
cedro rojo, el aliso, el copal, la caoba, el sisín, el platuquero, el nogal.
Para
denotar expresividad, se emplea el policromado. El policromado consiste en
pintar y decorar una escultura, un retablo, altar, etc. dándole un efecto
multicolor, mediante el encarnado, el estofado, el esgrafiado, el dorado.
El
encarnado da el efecto de piel de carne a la escultura, para ello se empleo
pintura al óleo, que mezclaba los colores blanco, rojo, amarillo. Las
encarnaciones más difundidas se hacían al óleo con aceite graso de nueces, se
daba distintos efectos, pulimentando para efectos de bruñido, y con opacidades
para mateados. La escultura quiteña daba un brillo característico mediante la utilización del
frotamiento con una vejiga de cordero fresca a la cual, colocada en un pincel
de cerdas humedecida con agua o con saliva, se frotaba repetidas veces.
El
estofado, se utiliza para dar efectos de lujo a los vestidos de las representaciones
escultóricas, se colocaba una base de preparación, a continuación colocaba el
bol de Armenia sobre las partes que habían de ser vestidas, luego se colocaba
pan de oro o plata, luego se pintaba al óleo, para finalmente, mediante el
esgrafiado, que radica en con un punzón quitar la pintura fresca, dándole el
diseño deseado, dejando al descubierto el oro o la plata bruñidos. De esta
forma se daba el efecto de la estofa, ricas telas orientales tales como
brocados o damasquinados, que se hacían con hilos de oro, plata y piedras
preciosas.
ESCULTORES QUITEÑOS DEL SIGLO
XVII
EL
PADRE CARLOS
En
1668 esculpe a San Lucas, y San Pedro de Alcántara para la capilla de Cantuña,
en San Francisco, se le atribuyen las de la Oración del Huerto y la Negación de
San Pedro, en la capilla de las Almas de la Catedral de Quito, los Apóstoles
del Altar Mayor de San Francisco, el Señor de la Columna. Se le atribuyen las
imágenes de San Juan Bautista, y San Francisco de Paula en el Altar de Santa
Ana en la catedral de Quito
Realiza
sus obras de tamaño natural con buen conocimiento de la anatomía, da en sus
rostros una refinada caracterización sicológica, que define la personalidad del
personaje, dándole veracidad, dramatismo
intensos.
DIEGO
DE OLMOS (PAMPITE)
Es
el escultor que con más fuerza trabaja con el efecto barroco de impactar y
conmover los sentidos, ya que representa a Cristos que demuestran el horror del
castigo al que fueron sometidos, por esa razón es descarnado, llenos de llagas,
lastimados, moretones, con las heridas abiertas que dejan ver los costados
desgarrados. Se diferencia por su estilo, ya que concibe a Cristo, como un
hombre vigoroso, de fuerte musculatura, queriendo unificar el dolor y la
dimensión terrenal y celestial del Hombre Hijo de Dios.
Aquí
concluye nuestro viaje al siglo XVII, hemos tratado de caracterizar las
particularidades históricas de la sociedad colonial, de su cultura y hemos
terminado con una visión de su arte, para concluir, queremos manifestar, que:
La
escultura fue otro de los instrumentos usados para la catequización de los
cientos de miles de indígenas, que fueron despojados de sus tierras, de sus
templos y de sus creencias, las que paulatinamente considerando cierta
coincidencia del significado de sus dioses con las cristianas, fueron
trasformadas y adaptadas a las condiciones
específicas americanas, en donde se las utilizo para el culto, la
liturgia y la dominación espiritual de los pueblos indígenas.
Más
la asociación de imágenes superpuestas, genera la ambivalencia del culto
cristiano indígena, por un lado se identificaba el significado anterior de sus
deidades y por otro, se asumía la imagen como modelo de la nueva religión y del
nuevo contexto cultural. De allí deviene la inmensa fervorosidad del indígena,
que con su intensa religiosidad popular interpreta su devoción sentida a una
imagen o representación. A los principales eventos relacionados con los
festejos de agradecimiento por los frutos de la tierra, en las cosechas, y a
otras manifestaciones de carácter agrícola, los doctrineros, misioneros y
sacerdotes católicos, asociaron los festejos a un santo patrono, con
festividades indígenas que sucedían en los solsticios y equinoccios; una de
ellas es la de las Fiestas del Inti Raymi en Cayambe, a la que los católicos le
suman las atribuidas a San Pablo y San Pedro, demostrando la vitalidad inmensa
de las representaciones espirituales indígenas, que hoy como símbolo
imperecedero, flamea en su bandera multicolor del arco iris, que ondea en sus
levantamientos indígenas, en la representación que tienen dos ministros de
estado, en el gobierno actual del Ecuador, así como en Alcaldías, Prefecturas,
en diputaciones provinciales.
La
Constitución del Ecuador de 1998, reconoce al Ecuador como un estado
pluricultural y multiétnico, así como en la de 2008 que declara que es un
Estado…. intercultural, plurinacional…, en las que se reconoce el pleno derecho
a ejercer en condiciones de equidad los valores de las identidades culturales
de los pueblos que lo habitan. La historia sabrá juzgar: castigar o premiar a
los gobernantes, que tienen como misión lograr la integración al desarrollo socio-económico
y cultural de todos los movimientos
sociales e indígenas, al carro de la historia que raudo se mueve hacia el
futuro. Ya que el problema fundamental de un país, de una región, de un
continente es el de conseguir la inclusión social con equidad de personas,
movimientos sociales o pueblos.
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